Fabio, el insurrecto

Fabio Castillo

Corren los días finales de abril de 1944, un joven estudiante de medicina, con su gabacha blanca hecha un hatillo bajo el brazo, camina sobre las baldosas del parque Centenario con mirada ausente y absorto en sus pensamientos.

Llega a la estación del Ferrocarril al oriente de San Salvador, aborda un tren hacia San Miguel, se sienta junto a la ventana y su rostro refleja preocupación. La gente comienza a entrar al vagón, pero él no les muestra interés, los otros pasajeros le brindan recíproca atención, es decir se ignoran entre si. El tren emprende la marcha y mientras viaja en la vía férrea, su mente busca respuestas a algo que al parecer no tiene solución, por lo menos, no la tiene militarmente.

Parque Centenario, San Salvador

La acción castrense, iniciada el 2 de abril del mismo año, encabezada por los coroneles Tito Calvo, Alfredo Aguilar y los civiles, Dr. Arturo Romero y Agustín Alfaro Moran, para derrocar al presidente, general Maximiliano Hernández Martínez, ha fracasado, costándole la vida a los militares y a mucha gente que se había sumado al fallido intento de golpe de estado.

El General Marínez ascendió al al poder desde el año 1931 cuando derrocó al presidente electo el año anterior, Arturo Araujo y se ha mantenido en el poder durante trece años, pese a que la reelección en El Salvador no estaba permitida en la constitución política. En 1932 respondió a una sublevación campesina, en la que estaban involucrados unos jóvenes que formaban parte del partido comunista salvadoreño, aplastándola y realizando un verdadero genocidio entre la polblación indígena de El Salvador, mientras de paso acaba con las incipientes organizaciones marxistas.

Mientras viaja, Fabio se da cuenta, al observar y escuchar a las personas cuchicheando a su alrededor, de una realidad, el sentimiento general de la población es de repudio ante las criminales acciones del dictador. Pero encima del rechazo, prevalece otra emoción, la de un profundo miedo, pues se sabe que el general no se detiene ni se toca el hígado cuando se trata de enviar al paredón de fusilamiento a cualquiera del que sospeche ideas de sedición o disentimiento con el régimen.

El general no es un dictador cualquiera, ante todo es un hombre de acción. A pesar de que parte del ejército salvadoreño, incluídos elementos de la fuerza aérea estaban involucrados en el alzamiento del 2 de abril, supo neutralizarlo, llegando por cuenta propia a un cuartel aliado y desde ahí tomó el control de la situación. Se puso al frente de la contra insurrección, derrotando a los alzados en armas en menos de una semana. Inició entonces, una ola de fusilamientos y capturas que acabaron toda resistencia militar.

Palacio Nacional de El Salvador, abril de 1944

Mientras el tren se aleja de San Salvador, nuestro joven se plantea el dilema de cómo enfocar la lucha, pues la vía violenta ha sido cruelmente sofocada y en su memoria persiste el recuerdo de la sangrienta represión indígena de 1932 de la que sabe a merced de las narraciones de sus conocidos de mayor edad.

Es consciente de que la gente siente indignación y odio hacia el dictador, a sus crueles métodos de represión, a lo sanguinario de su actuar, pero al mismo tiempo, también le teme, el joven estudiante se da cuenta de que existe entre la población un sentimiento uniforme de repudio hacia el régimen y dentro de sus reflexiones repite una y otra vez la misma pregunta:

— ¿Como podemos usar esta unidad nacional ante Martínez?

Antes de abordar el tren, nuestro joven estudiante, estuvo en «La Rotonda», un edificio de la facultad de medicina que está frente al hospital nacional Rosales junto a más o menos 50 estudiantes universitarios en una semi clandestina reunión en la que crearon el llamado «Comité Secreto», cuya idea es, dirigir y coordinar las acciones estudiantiles encaminadas a luchar en contra del General Martinez.

Luego del fracaso del golpe del 2 de abril el gobierno prendió a la mayor parte de cabecillas militares y civiles del levantamiento, luego, sin mayores protocolos o juicios, se ordenó el fusilamiento de todos los militares capturados . En algunos casos, los prisioneros sufrieron lasgas sesiones de torturas.

Entre los detenidos en espera del pelotón de fusilamiento se encuentra el Dr. Arturo Romero López, considerado uno de los principales cabecillas del movimiento y que al momento de ser capturado le infringieron graves heridas, incluso un machetazo en la cara.

Dr. Arturo Romero

El Dr. Romero era un eminente médico salvadoreño, formado en La Soborna, Francia, quien, al regresar a El Salvador, trabajaba como jefe de una unidad del Hospital Nacional Rosales y escribía en los principales periódicos del país, así como participaba en la vida civil de la nación, involucrándose en el fallido golpe de estado.

En esos momentos se encuentra recibiendo cuidados médicos bajo estricta custodia policial en el Hospital de San Miguel con la sentencia pendiente de ser fusilado. Eso, si es que llega a sobrevivir a sus heridas. Como en esos momentos, todavía es un personaje muy popular y querido por el pueblo, no han querido fusilarlo, mientras está hospitalizado, para no generar más descontento en la población.

El joven estudiante de medicina que viaja rumbo a San Miguel en el vagón del tren se llama Víctor Jose Fabio Fernando Castillo Figueroa. Durante su adolescencia fue un estudiante destacado en bachillerato, además de excelente jugador de baloncesto, líder estudiantil universitario y en esos momentos, miembro del “Comité Secreto” al cual pertenecen también Jorge Bustamante (estudiante de Medicina) y Reynaldo Galindo Pohl (estudiante de Derecho).

La misión que lleva es, entrar al hospital de San Miguel y presentarle al Dr. Romero un audaz pero imposible plan de fuga que consiste en llegar al hospital con un «Comando», que en la práctica era un simple grupo de estudiantes sin ninguna preparación militar o táctica, entre los que se encuentra el mismo Fabio Castillo.

Una vez dentro del hospital tienen que «doblegar» a los tres o cuatro guardias que están cuidando al Dr. Romero, (…y acoto la palabra porque los jóvenes estudiantes, ni siquiera se han planteado, la necesidad de matar a los guardias o tan solo capturarlos. No tienen la menor idea de cómo van a realizar una u otra cosa y en una operación de este tipo, sin duda, se debe tener una convicción plena y el valor de hacer lo que se tenga que hacer, además de entrenamiento táctico y militar).

Luego de neutralizar a la guardia, deben llevarse al herido, (¿Como?), sin contar que luego van a salir a calle y cruzar toda la ciudad Migueleña, la cual en esos momentos se encuentra militarizada en su totalidad.

Planean llevarse con ellos a un hombre muy delicado de salud, con graves lesiones, ampliamente reconocido por todo el pueblo, sortear todo tipo de retenes y puestos de controles sin que sean descubiertos y luego deben desaparecer dentro del territorio salvadoreño a un lugar que no tenen previsto, pensado y mucho menos disponible.

Estaban locos si pensaban que un plan así, tendría alguna posibilidad de éxito.


Fabio se baja de la estación del tren, camina rumbo al Hospital y antes de llegar se pone la gabacha blanca. Nadie le pregunta quien es, así disfrazado, todos lo aceptan como médico y entra al recinto sin mayores problemas.

Una vez dentro del Hospital, no tiene dificultades para encontrar la habitación donde está el Dr. Romero, y una vez a solas le comienza a platicar en Frances, idioma que el Dr. Romero también conoce, pues sus estudios de medicina los hizo en Francia.

En pocas palabras le expone el plan y el Dr. Romero, tan experto en tácticas militares y de evasión como Fabio, no tiene otra alternativa que aceptar ya que de todos modos va a ser fusilado, da igual que lo maten tratando de escapar.

El joven médico sale del Hospital y regresa a San Salvador a informar al resto del Comité Secreto que el Dr. Arturo Romero, presunto líder del movimiento insurreccional del 2 de abril, capturado, herido, enjuiciado y condenado a muerten ha aceptado “el plan”.


“El plan era absurdo. Regrese a San Salvador a informar al Comité Secreto que Romero había aceptado. De haber realizado este rescate de seguro no estaría contándole esta historia.”
Fabio CastilloDr. Fabio Castillo Figueroa
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Pero no tienen la menor idea de cómo ejecutarlo sin que terminen todos en el paredón de fusilamiento. Esta incertidumbre los lleva a la triste, pero a la vez afortunada, decisión de abortar el plan.

¿Cómo es que llegaron a esta situación?

¿Por qué quieren derrocar al General Martínez?

Esa es la historia de una insurrección sin armas.


Fuentes:

Anotaciones biográficas del Dr. Fabio Castillo Figueroa. Por Francisco Guzmán.
http://drfabio.cimat.ues.edu.sv/content/anotaciones-biogr%C3%A1ficas-del-dr-fabio-castillo-figueroa

Entrevista con Dr. Fabio Castillo Figueroa Ecumenico.org Publicada el 27/06/2005 por Servicio Informativo Ecuménico y Popular – SIEP.
https://ecumenico.org/entrevista-con-dr-fabio-castillo-figueroa

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