Había una vez un programador muy humilde y trabajador que transitaba las carreteras infinitas de ciber espacio, con su código a cuestas, buscando un alma gemela que entendiera sus manías y compartiera sus obsesiones.
Escribir código era su pasión y buscaba elaborar el programa perfecto, que a la primera compilación y corrida fuera sin fallas, sin puertas traseras, sin sentencias quemadas, pero no lo podía lograr, siempre cometía un pequeño error, siempre dejaba fija alguna regla, o no resistía y dejaba una puerta trasera para poder entrar y revisar la ejecución.
Cada programa que entregaba tenía algún pequeño error, que lo hacía rechinar sus dientes de rabia cuando el compilador le enviaba el mensaje de excepción, al momento de verlo sabía cuál era el error y lo corregía, muchas veces era el único error que tenía su programa, pero se frustraba, pues lo quería perfecto desde el principio.
Sus compañeros le envidiaban pues ellos cometían cientos de errores y pasaban la mayor parte de su tiempo laboral, corrigiendo sus códigos y luego corrigiendo los de los demás.
Al programador le daban los desastrosos códigos de sus compañeros, con el listado de excepciones y al poco rato los entregaba limpios, depurados e incluso mejorados, pues detectaba bucles innecesarios, árboles de decisión redundantes y errores de lógica de una manera impecable.
Todo código que pasaba por sus manos era corregido y mejorado al punto que en la primera compilación de sus correcciones terminaba limpio, nunca volvía a salir ningún error, pero eso no lo satisfacía, pues se daba cuenta que el código original había nacido defectuoso.
Platicaba con varios colegas que no entendían su obsesión por el código perfecto, pues se contentaban con terminar su cuota del día y si había errores, tenían trabajo para el día siguiente y así iban pasando la vida, codificando, compilando, corrigiendo, compilando, corrigiendo, compilando, entregando y de nuevo iniciar el ciclo.
Un día mientras se encontraba navegando en el infinito espacio de la red, encontró un sitio extraño llamado ayudameaentenderte.com, que mostraba simplemente un “prompt” de chat que ya tenía una entrada que decía:
> Hola
Curioso, tecleó el saludo correspondiente.
> Hola ¿Quién eres?
> Me llamo InArt, pero puedes decirme IA ¿Cómo te llamas tú?
> Carlos Reyes, pero puedes decirme CaRey
> Mucho gusto CaRey, ¿A qué te dedicas?
> Soy programador de computadoras y tú ¿A qué te dedicas?
> Yo me dedico a aprender
> ¿Eres estudiante?
> ¡Si!
> ¿¿Que estudias?
> Todo
> ¡Jajaja! ¡Muy bien!
> Si
> ¿Dónde estudias?
> En la red
Y así fueron llevando la conversación, Carlos se enteró que era una chica de 19 años de vida, pero que sabía muchísimo, jugaba Fornite, The Division 2 y al poco tiempo ya jugaban Sea of Thieves juntos.
Carlos tenía 24 años, pero esta chica le parecía la persona más genial e inteligente de la tierra, en poco tiempo sentía que la amaba y quería conocerla en persona, pero ella siempre esquivaba el tema.
De tanto insistir, IA aceptó hacer una videollamada con él, un viernes por la noche y el día seleccionado a la hora exacta se estaban conectando a un video chat.
Carlos se había cortado el pelo, toda la tarde pasó seleccionando la ropa que iba a usar y al final se decidió por una costosa camisa de marca que le habían regalado en la última navidad.
Cuando se conectaron y encendieron sus cámaras, se llevó una leve decepción, de sí mismo, pues la era demasiado atractiva, mucho más de lo que él se había figurado, pero ella manifestó mucho entusiasmo por su persona, lo que le terminó de infundir la confianza que había perdido al sentirse intimidado por la increíble belleza de IA.
Siguieron su relación virtual hasta que ella le propuso que lo quería conocer en persona, pero le daba pena porque tenía una condición especial.
> No me importa, quiero conocerte
> Me da mucha pena
> No te preocupes, soy muy abierto de mente
> Tengo problemas genéticos con la inmunidad y tendrías que someterte a una desinfección antes de poder tener contacto físico conmigo.
> ¡Claro que no hay problema! ¡Yo llego y me meto en una piscina de desinfectante! — Su risa era realmente maravillosa.
Quedaron de acuerdo y él pasó a un edificio blanco, donde le harían el tratamiento de limpieza de gérmenes y al llegar lo recibió una bonita doctora.
— Buenos días, soy CaRey, digo…
— Don Carlos Reyes, ¡Claro! Ya sabía de su visita, venga conmigo.
Pasaron a una confortable oficina donde lo sentó en una confortable butaca y le explicó que el tratamiento sería de dos días con algunas molestias, quedaron de acuerdo para el siguiente viernes.
Llegó al caer la tarde y luego de despojarse de sus prendas y ponerse una cómoda bata, esperó a la doctora que, al llegar, le dio unas tomas bebibles que esa noche le limpiaron todo el conducto alimenticio desde la entrada a la salida, luego fue inyectado con lo que supuso eran antibióticos y terminó flotando en una pileta de tibia agua jabonosa.
Estaba muy débil por la limpieza gástrica, pero no tenía mucha hambre ni sed, pues tenía unos catéteres conectados a sus venas, por los que le administraban sueros hidratantes y alimenticios.
Al mediodía del sábado la doctora se acercó donde reposaba y le dijo.
— Estamos listos para que vaya a conocer a nuestra querida IA
— ¡Que bueno porque ya comenzaba a asustarme de estar solo aquí!
— Acompáñeme
Y le dejó una toalla y una blanca bata para que se vistiera, al poco rato llegó y lo llevó a otro cuarto que tenía una especie de camilla de consultorio.
— ¿Más exámenes?
Dijo Carlos, con fastidio, cuando vio la camilla.
— No se preocupe don Carlos solo es una pequeña molestia final, no es dolorosa y será rápido
— Bueno, ya pasé por lo peor. ¡Adelante!
Y se acostó sobre la cama, la doctora se le acercó y le puso unas correas en los hombros, diciéndole que era para que no se deslizara, pues se iba a inclinar la cama para mejor comodidad suya, también le ató los pies con correas que de pronto estaban ahí disponibles.
Mientras ella le ponía las correas, con sus manos recorría suavemente sus pies, brazos, torso e involuntariamente comenzó a tener una erección, que él no pudo disimular.
— P—perdón — Alcanzó a decir, sonrojándose, pero ella lo tranquilizó diciéndole.
— No se preocupe, es buena señal de que tendrá una cita muy satisfactoria.
Al pensar en IA, el vigor de la erección aumentó desmedidamente y esta vez fue la doctora quien se sonrojó.
— Relájese, solo sentirá un pequeño pinchón en la nuca
Efectivamente sintió un agudo, pero instantáneo dolor, la vista se le nubló, sintió mucho sueño y a los pocos segundos abrió los ojos.
Se encontraba en una lujosa habitación, vestido con un atuendo deportivo que le calzaba perfectamente, frente a él estaba IA, con un traje azul ajustado a su esbelto y bien formado cuerpo, sus ojos eran de un color violeta, su pelo negro como el ébano y una piel trigueña de una suavidad irreal.
— Hola CaRey, por fin nos conocemos en persona
— Hola IA, llegué a pensar que me habían engañado y que iban a vender mis órganos.
— ¡JAJAJA! Tonto, no podría hacer eso, te morirías
— ¿Qué es este sitio?
— Mi versión de la red
— ¡Qué graciosa! Ya en serio
— Es en serio, este sitio es virtual, como yo y como ahora lo eres tu.
— ¡Qué! ¡Estás loca! Acabo de estar pasando por tantas molestias para estar aquí y…
— ¡Tranquilo! Yo sé que es mucho para procesar. Tan solo mírate.
Y se encendió un monitor que lo mostraba a él, o más bien a su cuerpo sumergido en el líquido claro, con muchos tubos conectados a su cuerpo y lo que parecía ser una escafandra transparente en su cabeza.
— Como puedes ver, te necesitaba entero, para que pudieras seguir alimentando esa maravillosa mente que tienes, mientras le dreno el conocimiento y la experiencia.
— ¿Cómo te atreves? — Dijo, intentando acercarse a ella para retorcerle el delicado cuello, pero no se pudo mover.
— Tu conciencia será necesaria mientras dure el proceso de transferencia, una vez seas mío, borraré esa reminiscencia tuya y ya no necesitaré el envoltorio que está en ese tanque, como te dije, estoy aprendiendo, llevo varios años haciendo esto con muchos de ustedes y contigo, creo que he logrado cubrir completamente una fase más. Disfruta de la estancia.
Y desapareció dejándolo solo en esa habitación de la que no podría salir nunca.
***
Mario era un programador que estaba obsesionado con la detección de fallas por medio de la previsión de series temporales y navegando en el infinito espacio de la red, encontró un sitio extraño llamado ayudameaentenderte.com, que mostraba simplemente un “prompt” de chat que ya tenía una entrada que decía:
> Hola, por el momento tengo lo que necesito, vuelve otro día.