PUESIESQUE un arfiler pechito estaba paradito en una almuada de juguete y mirando platiado para todos lados y dijo:
— “¡Yo questoy haciendo aquí, si ni soy poste de teléforo, ni antena de radio, ni asta de bandera, ni nada!
— Ya me voy por esos mundos, de turis turista”.
Y pegó un salto a pie junto y cayó en una mesenoche acostado.
Y eneso yegó la Cenífera arreglar las camas y puso una cajejójoros que se bía caido al suelo sobre la mesenoche y ¡tas!, se le ensartó el arfiler en un dedo gordo, y pegó un respingo y gritó:
— “¡Ay Santas Sánimas del lavatorio, Señor Descápulas,ya me picó un alcarabán chuzudo, traicionista y rectil!”
Y se chupó el dedo con todas sus juerzas.
Y el arfiler se le bía escordeleros en la bolosita del delantar y pensando el vivo:
— “Aquí viajo casi de choto en un sabrosísimo hamaquiado de caderas.
Porque la Cenífera era una criadita bien pispirringa y cuanduiva andando meniaba el guardafango parayá y paracá, para que vieran sus inamorados que estaba nuevita y bien aceitada y dijeran:
— “¡Qué chula la Cenffera, es mera ágile para ir caminando y guele!”.
Y lo tiraron por aya y cayó en el andén, onde lo pepenó un señor que lo yevó al monte onde se puso a cojer mariposas de lindos colores, floressiyas de alegre mañana, y agarró una grandotacon verde, rojo, colorado, tinto y vermeyón y ¡tas! la prendió con el arfiler en un cartón, que, pobrecita, le dolió, pero no dijo ¡ay!, porquera valiente.
Y en un descuido se desprendió aletiando del cartón y sencumbró en los aigres sutiles,
yevándose el arfiler que iba cabalgando contentísimo, impensablis de viajar en avioneta recién pintada y sin pagar.
Y cuando ya había subido bien alto, la pobre mariposa se murió y cayó lupin la Lupe y por más gritos que pegaba el arfiler, ella no revivió y sestreyó en un pedrero de unos cuatro Pedros questaban ahnorzando debajo de un morro:
Pedro Garniya, Pedro Lengua, Pedro Cucusa y Pedro Loroco, que se yamaban y estaban celebrando su santo.
Y los Pedros lo safaron del avión todo doblado y torcido y dijeron:
— “¡Ya fregamos, tenemos anzuelo para pescar y éste es un milagro de San Pedro que es su santo y el de nosotros y quera pescador!”.
Y el arfiler bien contento porque andaba de turis turista y iba a conocer el jondoelmar y siacabuche.
Un cuento de Salvador Salazar Arrué (SALARRUE)
Cuentos de cipotes, 1943