El maravilloso arte de atribuir grandes frases a quienes nunca las dijeron

Paradójicamente, aunque vivimos en tiempos en los que la información está disponible para casi todo el mundo, transitamos al mismo tiempo por una era dorada para la ignorancia y la desinformación, donde cualquier frase pegajosa, inspiradora o filosófica puede encontrar un cálido y fecundo hogar en la boca de un personaje histórico sin que él haya tenido la más mínima intención de decirla jamás. Y si el personaje lleva siglos muerto, mejor: no hay riesgo de que venga a desmentirnos.

Recientemente en un grupo de Whatsap de viejos amigos, en los dos sentidos: todos estamos viejos y tenemos mucho tiempo de conocernos. Alguien puso el “famoso” poema en prosa “Me estoy volviendo viejo…”, atribuido a Víctor Hugo, el mismo genio que nos regaló Los Miserables y Nuestra Señora de París.

Inmediatamente aparecieron deditos alzados, corazones y reenvíos del conmovedor texto, en el que Víctor Hugo, supuestamente reflexiona sobre la vejez y la mejor forma de afrontarla con una ternura que haría llorar a una estatua. Sin embargo, hay un pequeñísimo problema: Víctor Hugo jamás escribió tal cosa.

Esto no ha impedido que el poema circule en redes sociales con imágenes en color sepia de sonrientes ancianos contemplativos y fuentes cursivas de dudosa estética. Y aunque un simple vistazo a su obra real dejaría claro que esto no es suyo (porque en lugar de versos melancólicos sobre la vejez, Víctor Hugo escribía sobre dramas intensos y revoluciones sociales), la gente sigue compartiéndolo como si fuera la más legítima de sus creaciones.

El ataque de las grandes frases.

Que nadie escribió

El caso de Víctor Hugo no es el único. La historia de la literatura, la filosofía y hasta la ciencia está repleta de citas que nunca existieron o que fueron descaradamente modificadas para encajar mejor en una publicación de Facebook.

Algunas son frases de famosos escritores, científicos, artistas, políticos, etc. Otras son frases que supuestamente aparecen en libros igualmente famosos y que realmente nunca fueron escritas por sus autores.

Veamos algunos de los ejemplos más populares y desvergonzados:

“Los perros ladran, Sancho… señal de que avanzamos.”

Este es el campeón de las frases falsas. Millones de personas creen que Don Quijote dijo esto en El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, pero resulta que la frase no aparece en ningún rincón de la obra de Cervantes. Es más, los estudiosos del tema se han cansado de explicar que jamás existió en el libro, pero la gente insiste en atribuírsela con una terquedad admirable.

“El dinero no puede comprar la felicidad, pero prefiero llorar en un Ferrari.” – Francoise Sagan.

Aunque la autora de “Buenos días tristeza” tenía afición a los lujos, se sabe que esta frase es falsa desde el principio, pero no sorprendería que en algún momento termine en una publicación viral con la cara de Churchill o Hemingway. Una variante de dicha frase es atribuida a Charles Bukowski, “El dinero no compra la felicidad, pero te permite ser miserable de una manera más cómoda”. Respecto al dinero se atribuyen frases similares a Woody Alen, Charlie Chaplin y el imitador comediante Julio Zavala quien decía “El dinero no da la felicidad, pero cómo calma los nervios”.

” No dejes que una frase de autoayuda anime tu día de mierda.” – Arthur Schopenhauer

Se le atribuye al famoso filósofo alemán, ateo y máximo representante del pesimismo filosófico, pero hay dos problemas: primero, Schopenhauer no escribió ni dijo esto jamás; segundo, la frase alude a una tendencia que apareció con internet, las frases motivadoras que inundan las redes y sabemos que el hombre en cuestión vivió entre los años 1700 y 1800, donde la literatura de “autoayuda” como fenómeno mediático ni de lejos existía y Arturo Cuyás publicó Hace falta un muchacho hasta el año 1913.

“No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo.” – Voltaire

Ah, la frase que todos han repetido para parecer tolerantes. El pequeño detalle es que Voltaire jamás dijo esto. La cita es en realidad una interpretación (bastante libre) de una biógrafa suya, Evelyn Beatrice Hall, quien en 1906 intentó resumir su postura sobre la libertad de expresión en su libro “Los amigos de Voltaire”. Pero ya sabemos cómo funciona internet: si suena bien, debe ser cierto.

Sí, la frase es suya, pero hay un ligero detalle: Armstrong dijo “That’s one small step for a man, one giant leap for mankind.”, lo que en realidad se traduce como “Un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la humanidad”. Neil Armstrong alunizó tan suavemente que los amortiguadores no actuaron, por lo que tuvo que dar un salto de 120 centímetros desde la escalera del módulo lunar.

La frase original en inglés es “one small step for a man, one giant leap for mankind”.
Un análisis lingüístico confirmó que la “a” previa a “man” (hombre) nunca fue dicha.
La frase no fue espontánea, ya que Armstrong la había escrito antes de salir hacia la Luna.
Los textos que nunca existieron (pero que la gente cita igual)

No solo hay frases falsas. También hay textos, capítulos y hasta libros enteros que circulan como si fueran parte de obras clásicas, aunque jamás hayan existido.

Las cartas de la muñeca viajera de Kafka

Sobre estas famosas cartas en particular, escribí un post hace cierto tiempo, por toda la red circula la historia de la niña que lloraba en el parque por haber perdido a su muñeca y que Frank Kafka, el autor de aquella pesadilla llamada “La Metamorfosis”, la consoló diciéndole que la muñeca se había ido a recorrer mundo y que le enviaría unas cartas con sus aventuras. Según la leyenda, Kafka escribió una serie de cartas de la muñeca a la niña en la que narraba sus aventuras, las cuales, según las distintas versiones, se guardan secretamente, se perdieron, nunca se escribieron. Hasta la fecha no hay una respuesta certera, solo la leyenda que circula a granel.

La “Carta póstuma a su hija Lieserl” de Albert Einstein

Porque, ¿quién no querría que el mayor genio del siglo XX también fuera un poeta? Se han difundido una supuesta carta póstuma del genio a su hija en la que habla del amor como una fuerza universal supuestamente escritas por Einstein, que comienza con algo así. “Querida hija: Cuando propuse la teoría de la relatividad, muy pocos me entendieron, y lo que te revelaré ahora para que lo transmitas a la humanidad también chocará con la incomprensión y los perjuicios del mundo.”

La carta de Albert Einstein a su hija Lieserl sobre el amor como una fuerza universal es falsa. No hay registros oficiales de esta carta ni de un texto similar en ninguna de sus recopilaciones bibliográficas.
La Universidad Hebrea de Jerusalén, que conserva los archivos de Einstein, confirmó que la carta no es auténtica.

El curador de la colección, Roni Grosz, sostuvo que la carta es una falsificación.
El hecho de que circule en internet desde hace varios años, sin aval institucional alguno, “es un fuerte indicador de que no se trata de un documento auténtico”.

El Necronomicón, de Abdul Alhazred

No hay nada más tentador que leer un libro que te permita acceder a saberes más allá de lo imaginable, que te permitan contacto con seres sobrenaturales y poderes oscuros.

El Necronomicón es el libro apócrifo por excelencia, supuestamente escrito por el árabe Abdul Alhazred, libro del que se tienen copias en la Universidad de Buenos Aires, en la Biblioteca de Widener de Harvard, la Biblioteca Nacional de París, en el Museo Británico y en la inexistente Universidad de Miskatonic en la ciudad de Arkham.

Libro inventado por el maestro del horror cósmico, Howard Phillips Lovecraft, es falso desde su origen, pero que cuenta con una legión de creyentes en su existencia… y en la de Cthulhu.

Si suena demasiado bonito para ser cierto…

Probablemente lo sea

La propagación de frases falsas y textos inexistentes es un fenómeno que solo parece ir en aumento. Ya sea por el deseo de compartir algo inspirador, por la necesidad de citar a una figura de autoridad para darle peso a nuestras ideas, o simplemente por pura flojera de verificar las fuentes, seguimos perpetuando estas invenciones con una facilidad pasmosa.

Así que la próxima vez que veas una frase inspiradora firmada por Aristóteles, Mark Twain o Steve Jobs, pregúntate: ¿realmente lo dijeron ellos o es solo otro invento viral?

Y si la duda persiste, recuerda la famosísima frase que dijo Abraham Lincoln:

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