Todo era felicidad hasta que llegó George Smith
George Smith, un tipógrafo victoriano reconvertido en asiriólogo, se enfrentó a una tablilla babilónica en 1872. El joven estudioso no imaginaba que su trabajo iba a sacudirlo todo. La teología, la arqueología y las sobremesas dominicales de medio mundo. Logró lo que parecía impensable: tradujo un texto cuneiforme babilónico. Lo que encontró fue un texto antiguo, muy antiguo. Que narraba con una historia que resultaba bastante familiar. Pero cuyo tema resultó ser muy inquietante.
La historia traducida contaba lo siguiente. Un hombre justo, advertido por un dios (o varios), construye un arca gigante. Con ella salva a su familia y a los animales. Flota mientras el resto del mundo se ahoga, y luego es recompensado. ¿Suena a una historia similar?
Pues no se trataba de la historia de Noé. La narración se refería a Utnapishtim, y estaba escrita mil años antes que el Génesis bíblico.
Bienvenidos al fascinante mundo del mito del diluvio universal. Donde el mismo desastre se repite, pero con distintos protagonistas, dioses, barcas y estilos de narración. ¿Copia? ¿Coincidencia? ¿Memoria colectiva ancestral de una gran inundación? Pase y vea.
La historia de Utnapishtim forma parte de la Epopeya de Gilgamesh. Una joya de la literatura mesopotámica. Escrita en escritura cuneiforme sobre tablillas de arcilla. Estas fueron halladas en la antigua biblioteca de Asurbanipal, en Nínive (actual Irak). Fueron trasladadas a Londres. Y gracias a los sudores fríos de George Smith, el mundo occidental descubrió que la Biblia no fue la primera en hablar de arcas y aguaceros apocalípticos.
Por su parte, el relato de Noé aparece en el Génesis (capítulos 6 al 9). Forma parte de la tradición hebrea. Se estima que se redactó varios siglos después del relato babilónico. Aunque algunos todavía confían en que los mesopotámicos solo tenían una imaginación desbordante y casualmente muy parecida.
Tanto en Mesopotamia como en Israel, los dioses parecen compartir un mismo problema. La humanidad les resulta insoportable. En un caso por hacer demasiado ruido (¡literal!), en el otro por corromper con iniquidades la Tierra. La solución en ambos mitos es simple y elegante: reiniciar el sistema con un buen chapuzón planetario.
Y así es como dos hombres muy distintos. Noé, el favorito de Dios, y Utnapishtim, el confidente del dios. Ambos reciben instrucciones para construir un arca (o una caja flotante, si somos técnicos). Ambos salvan a su familia, a un zoológico ambulante, sobreviven días de tormenta. Sueltan aves exploradoras y tocan tierra firme. Al final, hacen un asado ritual que deja a los dioses oliendo sabroso. O a Yahvé reflexionando profundamente sobre la humanidad.
Un breve resumen de estas similitudes:
Elección del protagonista
Ambos fueron elegidos por su rectitud ante el desastre venidero.
“Noé era varón justo, perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé.” (Gén. 6:9)
“Ea repitió su plan a la casa de juncos: ‘¡Hombre de Shuruppak, hijo de Ubar-Tutu…!'” (Gilg. XI, líneas 9-12)
Instrucciones divinas para construir un arca
A los dos se les da un plano detallado para salvar la vida.
“Hazte un arca de madera de gofer… con compartimientos… y calafatearás con brea.” (Gén. 6:14-16)
“Construye un barco cúbico… la anchura y la altura iguales… sellado con betún por dentro y por fuera.” (Gilg. XI, líneas 24-30)
Instrucción de llevar animales.
Ambos llevan animales de diferentes especies para preservarlos.
“De todo ser viviente meterás en el arca dos de cada especie.” (Gén. 6:19–20)
“Hice subir a bordo a toda mi familia y parientes, las bestias del campo, los animales salvajes.” (Gilg. XI, líneas 81-84)
Llueve sin parar durante varios días.
“Y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches.” (Gén. 7:12)
“Por seis días y siete noches sopló el viento… el séptimo día cesó la tormenta.” (Gilg. XI, líneas 127-130)
Envío de aves para encontrar tierra.
Usan aves (cuervos y palomas) para saber si las aguas han bajado.
“Soltó también una paloma… volvió… después soltó un cuervo.” (Gén. 8:6–12)
“Solté una paloma… volvió… luego un cuervo… vio que las aguas habían bajado y no volvió.” (Gilg. XI, líneas 145-155)
El arca se detiene en una montaña.
“Reposó el arca sobre los montes de Ararat.” (Gén. 8:4)
“El barco encalló en el monte Nisir.” (Gilg. XI, línea 140)
Ambos ofrecen sacrificios al dios/dioses.
“Noé edificó un altar… y ofreció holocaustos.” (Gén. 8:20)
“Ofrecí un sacrificio… los dioses olieron el dulce aroma.” (Gilg. XI, líneas 155-165)
Recompensa divina.
Se les da una bendición o un don.
“Dios bendijo a Noé… el arco en las nubes es señal del pacto.” (Gén. 9:1-13)
“Enlil bendijo a Utnapishtim y a su esposa… y les dio vida eterna.” (Gilg. XI, líneas 194-197)
Las diferencias que marcan el agua
Pero no todo es copia-pega literario. Hay diferencias fundamentales que revelan las cosmovisiones de cada cultura:
Motivación divina:
- En la Biblia, Dios es justo, se indigna por la maldad humana, pero encuentra a Noé Justo.
- En Mesopotamia, los dioses están molestos porque los humanos hacen bulla y no los dejan dormir. (¿Quién no ha querido mandar callar al vecino a las 3 a.m.?)
El barco:
- El arca de Noé es una caja alargada, bien proporcionada, 300 codos por 50 por 30.
- La de Utnapishtim es… un cubo. Siete pisos. No sabemos cómo flotó eso, pero lo hizo.
Narración divina:
- Dios habla directamente con Noé, sin filtros.
- Ea, dios mesopotámico de la sabiduría, tiene que susurrar su plan a una “pared de juncos”, fingiendo que no está rompiendo las reglas.
El final feliz:
- A Noé le toca repoblar la Tierra, plantar viñas y, espóiler: embriagarse un poco.
- Utnapishtim se jubila con su esposa en una isla paradisíaca y recibe inmortalidad, porque al parecer hacer caso tiene sus beneficios.
¿Quién copió a quién? ¿O será que todos mojaron los pies en lo mismo?
¿Estamos ante un caso de influencia directa del mito mesopotámico en el relato bíblico? Es probable que las culturas del Antiguo Cercano Oriente compartieron historias, ideas, préstamos lingüísticos y formas de entender el mundo. Es más, hay relatos similares en otras culturas. En la India (Manú), Grecia (Deucalión), e incluso en algunas tradiciones americanas precolombinas.
Todo parece indicar que las inundaciones eran experiencias recurrentes y traumáticas para civilizaciones que vivían cerca de grandes ríos. ¿Qué mejor explicación que la de un castigo divino por mal comportamiento?