Mi hija, como es común en la mayoría de jóvenes de esta generación, quieren conocer mundo antes de caer en la rutina de la vida adulta y recientemente visitó Bogotá con fines turísticos en compañía de mi esposa, quien no quiso dejarla ir sola.
Se divirtieron mucho, conocieron bonitos lugares y visitaron museos, además aprovecharon para visitar librerías que, al contrario de las nuestras, si están bien surtidas y sus precios son excelentes para un bibliómano.
Regresaron con recuerdos, historias y varias compras de libros entre los cuales venían dos novelas gráficas, una era la versión en comic de 1984 de Orwell y la otra era la novela gráfica “Maus”.
Esto lo publiqué en mi cuenta de Twitter celebrando el hecho.
Aunque no es necesario decirlo por resultar obvio, lo diré, me leí el cómic casi de un tirón.
Maus, es más que un cómic, resulta ser un testimonio que roza lo autobiográfico, es una novela gráfica que nos muestra la experiencia vivida por unos judíos polacos en los campos de concentración nazis durante la segunda guerra mundial.
El trazo del cómic es sencillo, en blanco y negro, simple, pero muy claro, los judíos son representados por ratones, los nazis obviamente son gatos y los polacos, por alguna razón son cerdos, ranas representan a los franceses, los ciervos son suecos, perros los estadounidenses y por último peces los británicos, de esta manera diferencian a los personajes.
El autor Artie Spiegelman es un historietista estadounidense, hijo de una familia judía polaca, conformada por Vladek Spiegelman y su madre, Anja Zylberberg, después Spiegelman. Ambos fueron sobrevivientes al holocausto, Vladek en Auschwitz y Anja en otro campo de concentración hasta que finalmente coinciden en el más famoso de ellos.
Artie narra la historia de sus padres en el escenario de la segunda guerra mundial y desde la óptica de los judíos polacos, la desarrolla como una investigación personal que hace de las memorias de su padre Vladek, quien tiene comportamientos obsesivos y una complicada personalidad, que de alguna manera le ayudaron a sobrevivir el horror del holocausto, pero que le dificulta mucho la relación con su hijo.
Entre el choque de sus caracteres y asuntos no resueltos, Vladek le va narrando a su hijo Art pasajes de lo sufrido en los campos de concentración alemanes.
Estos conflictos aparecen en el cómic y se van desarollando a través de toda la narración de la historia que es contada a pausas entre encuentros y desencuentros entre Vladek y Art, con la participación mediadora de dos mujeres, Mala, quien es la segunda esposa de Vladek y también sobreviviente del holocausto y de Françoise Mouly, esposa francesa de Art.
En materia del holocausto judío, la novela no narra nada nuevo en realidad, pero el testimonio de Vladek plasmado en el cómic lo hace de una manera magistral, a tal punto que la novela ganó muchos premos que la wikipedia detalla.
1988 Premio Internacional del Festival de Cómic de Angulema
1988 Premio Urhunden al mejor álbum extranjero
1990 Premio Max & Moritz, premio especial
1992 Premio Pulitzer
1992 Premio Eisner a la mejor novela gráfica reeditada
1992 Premio Harvey a la mejor novela gráfica reeditada
1993 Premio literario de ficción de Los Angeles Times
1993 Premio Internacional del Festival de Cómic de Angoulême al mejor cómic extranjero
1993 Premio Urhunden al mejor álbum extranjero
Quizá el más destacado sea el Pulitzer, que, por primera vez, (y única hasta el momento) ha sido otorgado al género cómic o novela gráfica.
Sin embargo, no a todo mundo le gustó Maus, unos critican la simpleza del trazo en los dibujos, pues, a decir verdad, no son excepcionalmente elaborados, sino que. resultan tan básicos que llegan a ser infantiles, hay quienes se quejan de las representaciones ofensivas hacia los polacos o franceses y la victimización excesiva al representar a los judíos como ratones y a los alemanes como Gatos, otros detestan el “complejo de culpabilidad del superviviente” mostrado por Art Spiegelman y su toxica relación con su padre, algunos destacan lo que ya dije, el hecho de no presentar nada nuevo sobre el holocausto y más de un antisemita de los muchos que abundan ahora en torno al conflicto actual, Israel-Palestina, lo ven como simple propaganda sionista.
A mí en lo personal si me gustó bastante, no al punto de quedar en shock, como comentan algunas personas en sus reseñas, pero sí como trabajo artístico, sobre todo por que Spiegelman se vertió sobre el comic a sí mismo, presentándose con todas sus vulnerabilidades, convirtiendo el testimonio en una catarsis, lo cual, más de alguno de sus detractores odia.
¿La recomiendo?
Sí, definitivamente sí la recomiendo.