Recuerdo en mi tierna infancia cuando mirábamos ciertas caricaturas educativas de Walt Disney sobre la conducción de vehículos automotores y nos revolcábamos de risa al ver a nuestro querido Tribilín (Goofy) convertirse en el endemoniado Sir Loco de la Rueda o León de La Rueda en otras versiones.
En el programa veíamos cómo un afable y muy educado ciudadano modelo. rayando en la timidez, se convertía en una versión salvaje de un motorista de las rutas 42, 44 o 101 desde el momento que abordaba su automovil.
En ese entonces la caricatura me parecía una verdadera exageración, nunca teníamos tráficos tan terribles como el que presentaban en la caricatura ni mucho menos había visto en mi corta vida, conductores como los mostrados.
Pero el tiempo el implacable, el que pasó, nos cambió las cosas, el parque vehícular creció desproporcionadamente y los valores de urbanidad y convivencia se fueron por el retrete, junto con el respeto a las leyes y a la autoridad.
La guerra como bien me lo apuntó un amigo Guatemalteco, nos volvió muy cobardes para reclamarles a los grandes (poderosos, gobierno, gran empresa, maleantes), pero lo suficientemente violentos y agresivos para abusar de los más débiles.
Diariamente junto a miles de compatriotas sufro el calvario del tráfico vehicular en San Salvador que dura entre una hora hasta casi dos horas en algunas ocasiones, procuro salir más temprano cada vez para llegar a tiempo al trabajo, pero no pienso tener que llegar a salir a las 5:00 am, no puede ser.
Gracias a Dios tengo la posibilidad de escuchar música, mi música y si escucho radio es únicamente por darme un vistazo, mas bien oídazo de cómo está el tráfico en las difentes rutas que puedo tomar, pero aunque pretenda seguir siendo Goofy antes de convertirse, me es imposible.
Si dejo el espacio reglamentario entre el vehículo de adelante y el mío, todos los vehículos del otro lado me invaden el carril sin avisar, ni pedir paso, aunque dos vueltas de rueda más adelante se pasen al carril por donde venían, creo que los cafres del volante no pueden resistir la tentación de invadir el carril, es cuestón de una especie de rito de hombría, “si dejás un espacio te lo quito”.
Si respeto la luz amarilla del semáforo y me detengo, escucho el chirriar de llantas atrás de mí y luego las inflatables notas que me recuerdan a mi santa madre, aunque me pareció más de alguna vez, verla a ella al volante del vehículo que me estaba pitando atrás.
Si pongo la vía para pedir paso hacia un carril aledaño, toda la fila de vehículos del otro lado se compactan unos tras otros a dos milímetros de distancia entre ellos aunque viajen a 60 km. de velocidad y no es posible que nadie se detenga lo suficiente para darme paso porque le pasaría lo mismo que a mi con la luz amarilla.
En una intersección con semáforo con el rojo de mi lado, debo seguir avanzando pase lo que pase porque mi fila invade la intersección, pero si me detengo correctamente en las lineas blancas, las filas perpendiculares a la mía pasarán bloqueando la intersección y no se moverán hasta que logremos meternos a la fuerza, el semáforo solo sirve para iluminar la escena.
La mísma dinámica del tráfico lo va convirtiendo a uno poco a poco, no, en un Cafre sino en un verdadero cabrón al volante y son de admirar quienes mantienen las costumbres de urbanidad al manejar, casi siempre lo he visto en señores de avanzada edad, al menos más avanzada que la mía, o sea en plena tercera edad.
Sin embargo he visto a más de un cabroncillo de pelo cano manejando como adolescentes con papás de mucho dinero y poder, alimentado con esteroides y bajo los efectos de potentes psicotropicos y aunque parezca sorprendente, canas vemos, calaveras no sabemos.
El hecho es que nos resulta cada vez más dificil convivir en la ciudad, el parque vehícular cada vez es mayor, los accidentes están a la orden del día, la cortesía al manejar decae y la agresividad extrema al manejar es fiel reflejo de lo que nos pasa como sociedad.
Es tan difícil ser parte de la solución como fácil ser parte del problema, si todos lo hacen
¿Por qué no yo?
Esta es la lógica con la que escudamos nuestro comportamiento y que se jodan los otros, yo soy Sir Loco de la Rueda.