Regresando al tema de los siete sabios de la antigua Grecia, hoy nos toca hablar de Periandro de Corinto, un tirano ilustrado, que como hemos visto en los anteriores post, con la excepción de Tales de Mileto, todos los “sabios” que hemos estudiadio eran políticos y gobernantes con tendencias dictatoriales.
Pues resulta que Periandro era uno de los hijos de Cípselo, el primer tirano de la ciudad estado de Corinto. Sucedió a su padre en el siglo VII a. C. tras treinta años de ejercer el poder, allá por el año 627 a.C.
Tal parece que algunos personajes se encuentra en las listas de “los más sabios” solo porque alguien decidió que debían estar allí. Gobernó Corinto en el siglo VII a.C., y lo hizo con la mano dura de un tirano ejemplar, porque ¿quién necesita democracia cuando puedes tener una dictadura benevolente, verdad?
Bajo su ilustrado liderazgo, Corinto se convirtió en un próspero centro comercial.
En sus primeros años se rodeó de hombres sabios y consejeros honrados, declarándose protector de las letras y conservando la paz, pero no nos equivoquemos, no fue por su brillantez, sino porque el tipo era experto en exprimir hasta la última gota de recursos de su gente. Reformas económicas y administrativas, le llamaban. Otros lo llamaban explotación, pero al final estos son solo detalles nimios.
En cuanto a su sabiduría, Periandro fue un verdadero pozo de máximas y dichos. «En la próspera fortuna sé comedido; en la adversa, sensato», decía. Claro, especialmente cuando la fortuna próspera es tuya y la adversa, de los demás. Todo el mundo ama a un líder que sabe lo que es mejor para todos, sin excepción.
Hablando de sabiduría prestada, no podemos olvidar los consejos que recibió de su amigo Trasibulo, el tirano de Mileto. Periandro, en su infinita sabiduría, le pidió a Trasibulo algunos consejos sobre cómo gobernar en una tierra en la que los principales ciudadanos lo consideraban un usurpador.
¿Y qué hizo Trasibulo? Lo llevó a un campo de trigo y empezó a cortar las espigas más altas. Porque, claro, nada dice “sabiduría política” como una buena lección de jardinería.
El mensaje era claro: elimina a los ciudadanos más destacados para que nadie pueda amenazar tu poder. ¡Qué visión tan inspiradora sobre la gestión del talento!
Ah, y su legado cultural… Sí, promovió las artes y la cultura. Porque nada dice “aprecio por la belleza” como gobernar con puño de hierro y luego encargar algunas estatuas bonitas para adornar la ciudad.
Diógenes Laercio nos cuenta sobre Periandro lo siguiente:
“Escribió documentos hasta en dos mil versos. Decía que «los que quieran reinar seguros, se protejan con la benevolencia, no con las armas». Y preguntado por qué él reinaba, respondió: «Porque es igualmente peligroso ceder de grado o ceder por fuerza». Decía también: «Buena es la quietud; peligrosa la precipitación; torpe la usura; mejor es el gobierno democrático que el tiránico; los gustos son perecederos, pero los honores son inmortales. En las prosperidades sé moderado; en las adversidades, prudente. Serás siempre el mismo para tus amigos, sean dichosos o desdichados. Cumple lo que hayas prometido. No publiques las cosas secretas. Castiga no sólo a los que hayan delinquido, sino también a los que quieren delinquir.»”
Diógenes Laercio
En resumen, Periandro dejó una huella imborrable en la historia griega. Un tirano que algunos llamaron sabio, otros opresor, pero todos estuvieron de acuerdo en una cosa: sabía cómo mantener el control, pues lo tuvo durante cuarenta años.
¿Sabiduría? Claro, si por sabiduría entiendes ser lo suficientemente astuto para mantenerte en el poder mientras todos los demás te temen o te adulan.
De alguna forma pudo ver al futuro y observó quizá los finales que tuvieron muchos tiranos, a manos de sus propios pueblos, no es ninguna alusión a Benito Musulini, por lo que algunos cuentan que, en su afán por mantener su tumba en secreto (porque no hay nada que grite “humildad”, como un sepulcro oculto), ideó un plan para que su cuerpo no sufriera ningún arrebato reinvindicativo, de parte de sus enemigos. Un plan digno de una tragicomedia griega.
Ordenó a dos jóvenes que lo mataran en un lugar específico y lo enterraran allí mismo. Pero, porque confiaba tanto en la humanidad, mandó a otros cuatro para que asesinaran a los primeros dos y también los enterraran. Y, por si no fuera suficiente, envió a un batallón para encargarse de los cuatro. ¡Qué eficiente cadena de mando!
Obviamente, Periandro murió a manos de los primeros. Porque claro, en un plan tan brillante, ¿qué podría salir mal?
Los corintios, siempre tan respetuosos, le levantaron un cenotafio y lo adornaron con un epitafio que rezaba:
“Conserva al rico y sabio Periandro
Corinto patria suya,
en este sitio y seno, al mar vecino.”
Y, porque un epitafio no es suficiente para un hombre de su calibre, añadieron otro:
“No debes condolerte si no logras
aquello que deseas. Cada uno
con lo que dan los dioses se contente;
pues aquí yace el sabio Periandro,
que no pudo lograr lo que quería.”
Así es, el sabio Periandro, el hombre que no solo no logró lo que quería, sino que terminó enterrado en un lío de su propia creación. Periandro siempre supo cómo mantener las cosas interesantes, incluso al final.
Pero, por supuesto, la historia no podría ser tan simple. La verdad sobre su muerte está envuelta en controversia. Algunos dicen que se suicidó, abrumado por la carga de su poder y los demonios de su propia creación. Otros afirman que fue asesinado, lo cual no sería sorprendente dado el número de enemigos que hizo con su amable gobernanza. Y, para aquellos que prefieren una versión menos dramática, se dice que murió en el exilio, depuesto y olvidado, falleciendo tranquilamente de causas naturales.
Así que, el gran Periandro, el sabio y tirano de Corinto, dejó un legado tan complicado y confuso como su vida. Su final, ya sea por suicidio, asesinato o muerte natural, es un recordatorio de que incluso los más poderosos no pueden escapar a la ironía de su destino.