Raul Estupinian se debatia en una noche mas de insomnio. Le ardian los ojos y le palpitaba con fuerza el coraz6n. Desde su ventana se columbraba el cielo, la ciudad centellante entre las sombras y mas alla, las colinas azulgris.
— ¿Como escapar de la muerte — gritaba — como? — El sentimiento tragico de la existencia nos doblega. Estas manos, estos pies, todo, aun mi conciencia o mis mas puros pensamientos seran polvo, polvo muerto.
— ¿Como escapar de la nada? Claro que el filosofo posee la verdad; desde que nacemos somos lo suficientemente ancianos para morir. Desde que nacemos, ¡si!
— Entonces, ¿A que tantos millones de anos para que surja la conciencia, si esta va a desaparecer por un golpe en el cerebro, o un disparo, o un cancer estupido?
— Toda esa hierba, esa ciudad, ese cielo estan condenados a la destruccion, irremisiblemente a la destruccion. Desde que surgieron fueron merecedores del supremo castigo que es el finalizar. No alcanzo a comprender como pueden dormir los hombres si hoy o manana estaran muertos. Sesenta anos de vida, ochenta o cien, los que sean, una fraccion infinitamente pequena en el tiempo infinitamente extenso.
Cuatro siglos mas tarde, en el ano dos mil trescientos sesenta y cuatro, Agustin Solar se debatia en una noche mas de insomnio. Desde su ventana alcanzaba a divisar cada diez minutos, la luz roja de un satelite, la ciudad aerea,
colgante, y mas alla un mar artificial sacudido por grandes olas amarillas.
— ¿Como escapar de la muerte — se decia — como? He pasado cien anos terrenales en un hospital sideral. Me siento agil, rejuvenecido. Con seguridad voy a vivir diez siglos. O veinte. Pero que significacion tienen aquellos, si al fin y al cabo he de morir. Ese rayo de luz que ahora llega a nosotros, empezo sus movimientos desde extranos mundos, cuando en la Tierra no existia ni la vida, ni su companera inseparable, la muerte. Cuando para llegar aca le faltaban solamente dos milesimos en su larguisimo camino, todavia el simio se transformaba en hombre. Y esa estrella que ha vivido mil millones de anos, cuya luz acaricia las pupilas, es posible que en este mismo instante agonice o este ya muerta. Como podria entonces conciliar el sueno si la nada me aguarda al doblar los siglos. Amo la vida, la paz, los arboles, la alegria. Ya no existe la miseria, ni la enfermedad maligna, ni el egoismo perverso. Solo ella, la invencible, la acechadora, existe feroz y plena. Alli me espera para destruir lo consciente mio. Mil anos de vida, dos mil, los que sean, un instante nada mas en el tiempo infinito que nunca se detiene.
Mil siglos mas tarde Sebastian Oderigo gritaba lleno de jubilo:
— Por fin lo he conseguido, por fin, ha muerto la muerte! Viva la vida infinita!
El desarrollo es sencillo: si a medida que la velocidad aumenta el tiempo se vuelve perezoso y fluye lento, muy lento, a la velocidad de la luz, se detendra.
Yo he alcanzado la velocidad de la luz. El tiempo se ha detenido y como el es el padre de la muerte, ¡soy eterno, eterno! ¡Viva la vida infinita! Muerte a la muerte!
Unos cuantos billones de anos mas tarde Sebastian Oderigo se debatia en una noche mas de insomnio. Desde la ventana se veian las maravillas del universo. Recorria los espacios a la velocidad de la luz en una nave sideral llena de pajaros.
— He vagado por galaxias y metagalaxias. He recorrido sus espirales intimas, me he sumergido en las claras Nubes de Magauanes, en la constelacion de Andromeda. Carezco de reposo. ¿Acaso soy el movimiento?
— Pertenezco a los nuevos. Para nosotros no existe la palabra ultimo, ni la primero. Somos prisioneros del tiempo detenido. Jamas podremos morir. Y lo que no muere no vive. Estamos condenados a recorrer siempre los espacios. Somos errantes por los siglos de los siglos. ¿Como entonces, podria dormir, como, si para mi no existe el ayer, ni el hoy, ni el manana. Si mi manana es hoy y ayer es mi manana ?
Cuento publicado en el año 1956 en la revista Cultura de El Salvador

Napoleón Rodríguez Ruiz (1910-1987) fue un abogado y escritor salvadoreño. En la Universidad de El Salvador, se desempeñó como Decano de las Facultades de Economía y Ciencias y Humanidades, y Decano de la Facultad de Derecho; y como rector de la institución educativa entre los años 1959 y 1963.