Introducción
Por algo hay que empezar
Tengo mucho que decir de esta novela, pues tenía tiempos de no meterme tanto en una historia como lo hice con la Rebelión de Atlas o “Atlas se encoge de hombros” en su traducción literal en inglés.
¿Me gustó? Si y mucho
¿Cambió mi modo de ver las cosas? ¡Ni por asomo!
¿Es perfecta?
En realidad, es una novela muy buena, a pesar de que tiene ciertos momentos que resultan ser insoportables por lo aburrida que se vuelve, sobre todo en los grandilocuentes discursos del liberalismo en boca de algunos de sus personajes, sobre todo el afamado discurso radial que supuestamente es el culmen de la historia, me hastió tanto que, me lo tuve que saltar.
Entonces, ¿Es una novela aburrida?
¡Para nada!
La rebelión de Atlas es una novela magistral, tiene un tono de suspenso y de thriller mezclado con romances al estilo de Diana Gabaldon con su serie “Outlander”, pero en medio hay muchos elementos de “1984” de Orwell y “Succession” de Michael Jhon Beashel.
¿Cómo es posible abarcar tanto?
En primer lugar por su descomunal tamaño, la novela tiene más de mil páginas, en segundo lugar su impecable escritura, Ayn Rand sí conocía su oficio, fue una narradora de primera y se adelantó mucho a su época, su novela perfectamente pudo ser escrita en nuestros tiempos y hubiese sido una serie de Netflix o HBO.
De hecho, se hizo una película. En 2012 se estrenó la película Atlas Shrugged: Part I, que cubría la primera parte de la novela, no sé hasta donde, porque aunque está separada en partes y capítulos, es muy amplia.
Lastimosamente la película recibió muchas críticas negativas porque “no capturó la esencia de la novela”, pero el problema es que no es fácil definir ni determinar, cuál es la maldita esencia de la novela, puesto que es diferente si se toma como una historia distópica, como historia de amor o como un simple manifiesto liberalista, todo dependerá del lado literario o ideológico dónde se encuentre el lector y de lo que se haya apropiado de la novela.
La polémica
No te deja indiferente
Entre las críticas más ácidas está la del escritor y crítico literario Granville Hicks, ex comunista y quien dice acerca del libro, que está escrito con odio, eso es cierto, se respira un odio profundo a los valores de solidaridad, compasión e incluso a los valores cristianos, sobre todo católicos y es interesanto hacer notar que este odio no alcanza a las iglesias de extrema derecha obviamente, la novela exhala un odio a todo lo que represente colectivismo o socialismo.
Sin embargo, otros famosos teóricos alabaron la novela, como Ludwig Von Mises, quien le escribió a la autora en 1958 admirando su novela, diciéndole entre otras cosas. “Es una exposición devastadora de los “caníbales morales”, los “gigolós de la ciencia” y del “parloteo académico” de los creadores de la “revolución anti industrial”.
Estas opiniones encontradas se deben a la fuerte carga ideológica que lleva la novela, pues es una distopía basada en un mundo colectivista ahogando al último reducto liberalista del planeta, es decir, los Estados Unidos de América.
Su autora, Ayn Rand, nacida como Alisa Zinovyevna Rosenbaum el 2 de febrero de 1905 en San Petersburgo, Rusia, fue una filósofa y escritora estadounidense conocida por su filosofía objetivista y sus novelas, que abogan por el individualismo, el capitalismo laissez-faire y la búsqueda de la racionalidad en la vida humana.
Rand vivió en Rusia durante la Revolución Bolchevique, y más tarde emigró a Estados Unidos en 1926, donde se convirtió en ciudadana naturalizada, odiando todo lo que representó luego la URSS.
Solo con eso, se desatan las pasiones y la legión de liberalistas venera la novela como lo más grande jamás escrito y por el contrario las huestes de progresistas la denigran como un bodrio falso y tendencioso de propaganda capitalista, de extrema derecha.
Muy pocos separan el aspecto ideológico y se centran en la novela y esto es lo que trataremos de hacer en estas líneas, dejar a un lado el sesgo ideológico y revisar la novela como una obra literaria.
La historia
Con pequeños espóileres o destripes
La historia se ubica en los Estados Unidos de América en un futuro no especificado pero la época se aproxima a estar entre los años 1930 y 1950, en esa época, el tren es vital para el desarrollo industrial y comercial, casi todos los países del mundo han sucumbido al colectivismo y las “Repúblicas populares” aparecen como burbujas de jabón, quedando solo los confiables Estados Unidos de América con la libre empresa intacta, pero con un gobierno que cada vez apunta más a unirse a esta corriente nefasta de “altruistas”.
Taggart Transcontinental es una empresa familiar manejada por dos hermanos, James y Dagni, quienes representan polos opuestos, Jim es el presidente de la compañía y Dagni la vicepresidenta de operaciones, pero es ella el corazón de la empresa, un espíritu fuerte, indomable, emprendedor, inteligente, enfocado y efectivo, contrario a su hermano que está más interesado en el colectivismo y su grupo de amigos cercanos al gobierno, viviendo a expensas de su empresa heredada.
Las empresas en general, están siendo acosadas por el gobierno, con leyes que buscan la colectivización de los ingresos a costa de quienes las generan, los emprendedores, los genios de la industria.
El resultado de esto es un lento e irreversible colapso de la economía que lleva a estos espíritus indomables a “ponerse en huelga”, poniendo en jaque a todo el sistema.
Dagni lucha contra viento y marea por mantener a flote su empresa, pese a las traiciones, ataques e intentos de saqueo de parte del gobierno incluso con el beneplácito de su hermano Jim, en su lucha brilla la figura de Eddie Willers, amigo de la infancia y fiel asistente de la joven empresaria, para quien el tren es su vida.
En medio de esto se desarrolla una historia de amor prohibido entre Dagni y otro de los grandes emprendedores, Henry Rearden, un ingeniero dueño y creador de una poderosa aleación metálica llamada “Metal Rearden” que es objeto de la ambición de los “saqueadores” como son llamados todos los colectivistas del gobierno.
Aparecen en escena otros personajes como Francisco D’Anconia, John Galt, del lado de los emprendedores, Orren Boyle, Floyd Ferris, Fred Kinnan, de los saqueadores, quienes aportan a la trama, manteniendo el suspenso y la tensión.
Personajes
¿Quien es quien?
Sus personajes no son profundos, sino perfectamente planos, pues todos son arquetipos, de los valores que Ayn Rand exaltaba y de los que despreciaba, así como se muestra un sentimiento de desdén a la clase media trabajadora, como buena en principios, pero incapaz de salir adelante sin la guía de los grandes emprendedores.
Por un lado, aparecen los grandes empresarios, retratados como personas en extremo nteligentes llegando a la genialidad, moralmente intachables, valientes, decididos, coherentes y capaces de afrontar los peores momentos y ataques en su contra, con su ingenio y entereza hasta salir adelante, siempre victoriosos.
Por el otro están los “saqueadores” que son los abanderados del colectivismo, del socialismo y de todos esos “despreciables ismos” que tienen al mundo sumido en la miseria, los hace ver como personajes falsos, cobardes, perversos, inútiles y dependientes de los grandes empresarios, solo buscan apropiarse de sus riquezas para ellos mismos, dando las migajas a los desvalidos que dicen defender.
Un tercer grupo serían precisamente, los “desvalidos”, parásitos de los emprendedores, viven a expensa de ellos y no generan nada por su cuenta. Entre ellos se encuentran los parientes de Henry Rearden, los dirigentes de las repúblicas populares y muchos otros que dependen del estado para sobrevivir.
Un cuarto grupo serían los buenos trabajadores que dependen de los grandes empresarios, pero son honrados, esforzados, responsables y dedicados, como Eddie Willers, el asistente de Dagni o Gwen Ives, la asistente de Hank Rearden, todos ellos trabajadores y eficientes, pero incapaces de crear como sus jefes, representarían a la clase media trabajadora.
Crítica
Qué me gustó y qué no me gustó
Nuevamente repito, como novela distopía, amorosa o thriller, la novela si me gustó, está muy bien escrita y mantiene el interés salvo los infumables discursos liberales que la inundan por ratos.
A pesar de haber sido escrita en 1957, Rand se adelantó mucho tiempo a la liberación femenina y Dagni viene a ser la representación gráfica de la chica a la que Roque Dalton se refiere en el poema “Reflexion ante el espejo” en el libro “Taberna y otros lugares”, pero es que yo vengo de un país tercermundista y machista.
La historia de amor de Dagni Taggart, más que un triángulo es un pentágono amoroso, lo que debió ser escandaloso en la época, pero estando al final del Macartismo, seguramente se le perdonó por su contenido ideológico y plenamente anti socialista lo cual estaba en consonancia con la época.
La historia se mantiene con una acción trepidante y suspenso constante, salvo por los eternos discursos que sueltan de tanto en tanto los protagonistas, mensajes aburridos todos, pero ninguno como el discurso radial, ya mencionado, no pude leerlo completo, me lo salté a las dos primeras páginas.
Honestamente para evitar estas peroratas, debió haber tomado el estílo de Hemingway a la hora de ponerse a dictar cátedra, pero no lo hizo y esos horribles y aburridos discursos se parecen mucho a los cientos de TikToks que pululan en la red social con “Las reglas del éxito y el poder”, “Cómo ser un ganador y que los demás te crean”, “Cómo seducir mujeres”, etc.
Posiblemente la exagerada divinización de sus héroes favoritos y la excesiva satanización de sus odiados villanos, le roban cualquier peso moral a la novela, sin embargo por eso mismo es que los liberales la aman y los progres la odian.
Si algo detesté en la novela es el destino final de Eddie Willers, algo que no queda claro, pero es indicativo del menosprecio que sentía Rand por el hombre común pero racional.
Eddie Willers es mucho más racional incluso que los superhéroes de la novela, pero la autora no lo deja crecer, no cree en él como si lo hace con John, Dagni, Francisco o Hank.
A pesar de todo, me pareció una gran novela, con todos los elementos para convertirla en un clásico, quitándole la parte ideológica, me pareció una excelente lectura, pero creo que será todo lo que lea de Rand, pues “El manantial” seguramente tiene más de lo mismo.
Si su tendencia ideológica querido lector es hacia la derecha amará la novela, pero si es de izquierda posiblemente la odie, si solo es un lector más allá de ideologías, la disfrutará.
El final de Eddie Willers no puede quedar en el estado que Rand le impuso, así que pronto le haré justicia con un cuento fan fiction.
(Actualización 10/7/24) Lean aquí mi versión de: El final de Eddie Willers