Sobre ángeles bailando en la punta de un alfiler

Cuenta la leyenda que el 29 de mayo de 1453, el imperio otomano lanzaba el ataque final sobre Constantinopla (Bizancio). Este ataque culminaría con la caída de la fortificada ciudad y su posterior toma de parte de los turcos. mientras los monjes discutían fuertemente sobre cuantos ángeles podían caber en la punta de un alfiler, mas de alguien ha llegado a decir que fue el teólogo y santo de la Iglesia, Tomás de Aquino, quien planteó la controversia al decir que dos ángeles no pueden ocupar el mismo espacio simultáneamente, solo uno podría ubicarse en la punta de una aguja en un momento dado.

Esto desataría la controversia y la discusión teológica en medio del fragor de la batalla por la ciudad, sede del cristianismo ortodoxo.

Curiosamente Tomás de Aquino vivió entre 1225 y 1274, un par de siglos antes de la caída de Constantinopla.


Recordemos que, Constantinopla (actualmente Estambul), fundada por Constantino “el Grande”, era la capital del Imperio Bizantino, y su religión oficial era el cristianismo ortodoxo oriental. Esta confesión religiosa se había desarrollado a partir del cristianismo primitivo y tenía su centro espiritual en Constantinopla, que era también la sede del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, una de las más altas autoridades del cristianismo ortodoxo.

El Imperio Bizantino se había separado gradualmente de la Iglesia de Roma, en parte debido a diferencias teológicas, políticas y culturales. Este proceso culminó en el Cisma de Oriente y Occidente en 1054, que dividió a la Iglesia cristiana en dos ramas: la Iglesia Católica Romana en Occidente, liderada por el Papa, y la Iglesia Ortodoxa en Oriente, encabezada por el Patriarca de Constantinopla.

Durante este período, los bizantinos seguían una liturgia y doctrinas ortodoxas, con una fuerte devoción hacia la Teología Cristiana Oriental y prácticas como el culto a los iconos. A pesar de los intentos de reconciliación con la Iglesia Católica Romana, como el Concilio de Florencia (1439), donde se intentó unir a las dos iglesias en un esfuerzo desesperado por obtener ayuda militar contra el Imperio Otomano, la unión nunca fue ampliamente aceptada por el clero ni por la mayoría de los ciudadanos de Constantinopla.

En 1453, Constantinopla fue conquistada por los turcos otomanos, poniendo fin al Imperio Bizantino. Tras la conquista, la ciudad pasó a ser predominantemente musulmana bajo el Imperio Otomano, pero el Patriarcado Ortodoxo Ecuménico continuó existiendo bajo el dominio otomano.


Ya puestos en contexto, el episodio de la supuesta discusión teológica sobre ángeles y alfileres, se dice que fue inspirada por Santo Tomás de Aquino, aunque en realidad dicha afirmación es falsa, pues, para empezar, llevaba ya dos siglos muerto, por lo tanto, él nunca participó directa o indirectamente en este supuesto debate. En lo referente al episodio en sí, tampoco se tiene registro histórico fiable, es decir, nunca sucedió.

Este debate, tal como se popularizó en la cultura moderna, es más un malentendido o parodia de las reflexiones y escritos teológicos que Aquino, efectivamente sostuvo sobre los ángeles.

El tema de la discusión sobre cuántos ángeles pueden bailar Cumbia o Rock’n’Roll en la punta de una aguja, ha servido para ridiculizar la falta de visión eclesiástica sobre los temas de importancia, mientras se dedican a elucubraciones banales sin utilidad práctica.

El supuesto debate sobre los ángeles bailarines dio lugar a la frase “discusiones bizantinas” refiriéndose a las que no tienen valor práctico, sino que solo son excusa para el onanismo mental que no tiene más resultado que una gratificación vacua, sin un resultado efectivo sobre nada.

Con este episodio se criticaba la escolástica medieval. Voltaire y otros pensadores de la ilustración se burlaban de ese pensamiento predominante en la edad media, que buscaba armonizar la fe cristiana con la razón, por medio de la lógica aristotélica en debates inútiles como la naturaleza de los ángeles, su capacidad de interactuar con el mundo físico o el espacio que podían ocupar, que son temas que ciertamente fueron tratados Tomás de Aquino en su obra, “Summa Theologica”.

El mito del debate se ha utilizado como símbolo de cómo la Iglesia, o algunos de sus teólogos, estaban supuestamente alejados de la vida cotidiana y las necesidades del pueblo. La alegoría sugiere que, mientras el mundo enfrentaba problemas graves, como guerras, plagas o la corrupción dentro de la Iglesia, algunos teólogos se ocupaban de cuestiones filosóficas que parecían no tener relevancia práctica.

Los críticos de la Iglesia y del pensamiento medieval también usaron este mito para mostrar cómo las jerarquías eclesiásticas y los estudiosos podían gastar tiempo y recursos en temas que ellos consideraban irrelevantes. En ese sentido, el supuesto debate sirve para señalar la ineficacia de la Iglesia al abordar las preocupaciones inmediatas de la sociedad.

Este evento apócrifo ha consumido siglos de discusión intelectual, religiosa y profana, por ejemplo, Roque Dalton, poeta salvadoreño aportó su crítica al tema de los ángeles con su poema Miedo.

MIEDO (A Julio Cortázar)
Un ángel solitario en la punta de un alfiler oye que alguien orina.

Por otro lado, hay quienes sostienen que lo que parece ser una discusión absurda sobre ángeles puede interpretarse como una forma temprana de abordar cuestiones sobre la relación entre lo material y lo inmaterial, el espacio y la ocupación de ese espacio, temas que, aunque planteados desde una perspectiva teológica, tienen ecos en los desarrollos modernos de la ciencia.

Para estos defensores del mito, la discusión refleja un interés filosófico genuino por temas profundos como la naturaleza de la realidad, el espacio, la materia y las entidades no físicas, lo que tiene paralelismos con los desarrollos de la ciencia moderna, especialmente en áreas como la física de partículas y la filosofía de la ciencia.

Consideran que estas discusiones servían para plantear cuestiones metafísicas profundas, que de algún modo fueron precursores de la ciencia moderna, con estas elucubraciones abstractas sentaron las bases para el pensamiento científico, al formular preguntas sobre la divisibilidad del espacio y la naturaleza de la materia.

Esto podría vincularse indirectamente a las ideas modernas sobre átomos, partículas subatómicas, e incluso conceptos más avanzados como la mecánica cuántica.

Esto nos lleva a razonar que la locura ideológica que actualmente vemos que azota las redes sociales, no es en realidad nada nuevo, sino que parece ser una necesidad intrínseca en el ser humano de hacer de cualquier tema motivo para la controversia y el debate.

Mientras en la Edad Media se discutían temas sobre los ángeles, el espacio y el tiempo, en Twitter o Reddit muchas discusiones giran sobre teorías conspirativas, luchas ideológicas, políticas, de género o tecnologías, desconectando a los participantes de la vida diaria y de sus problemas reales.

Esto ha llevado desde siempre a procesos de polarización y tribalismo intelectual, desde las escuelas de pensamiento de los filósofos medievales, hasta las tribus ideológicas o la creación de “Burbujas de filtro” como procesos de personalización en la navegación por la red.

Tanto en la Edad Media como en los tiempos modernos la dedicación a estos debates es motivos de burla y han sido satirizados por parecer inútiles, muchas discusiones en redes sociales son objeto de mofa por ser vistas como excesivamente dramáticas o triviales. La capacidad de ridiculización rápida y viral en las redes sociales recuerda a cómo los debates escolásticos fueron caricaturizados en épocas posteriores.

Todo esto hace que se me venga a la memoria uno de los momentos más memorables de “El nombre de la rosa”, cuando la elevada, noble y erudita discusión sobre la pobreza o riqueza de la Santa Iglesia que sostienen Dominicos y Jesuitas deviene en agria y vulgar disputa de cantina sobre la bolsa del dinero que administraba Judas en aquel patético grupito conformado por Jesús y sus doce apóstoles.

-¡El evangelio dice que Cristo tenía una bolsa!
-¡Basta de hablar de esa bolsa! ¡La pintáis hasta en los crucifijos! ¿Cómo explicas entonces que cuando Nuestro Señor estaba en Jerusalén, regresaba cada noche a Betania?
-Y si Nuestro Señor quería dormir en Betania, ¿quién eres tú para juzgar su decisión?
-No, viejo cabrón. ¡Nuestro Señor regresaba a Betania porque no tenía dinero para pagarse un albergue en Jerusalén!
-¡El cabrón eres tú, Bonagrazia! ¿Y qué comía Nuestro Señor en Jerusalén?
-¿Acaso dirías que el caballo es propietario de la avena que su amo le da para sobrevivir?
-Mira que estás comparando a Cristo con, un caballo…
-No, eres tú quien comparas a Cristo con un prelado simoníaco de tu corte, ¡saco de estiércol!
-¿Sí? ¿Y cuántas veces la santa sede ha tenido que meterse en pleitos para defender vuestros bienes?
Humberto EcoUmberto Eco – El Nombre de la rosa
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