De joven tuve la oportunidad de leer un libro bastante gracioso, “La caverna de los Ancianos” de un tal T. Lobsan Rampa, se suponía que era un lama al cual preparaban con esmero para afrontar los retos de una importante misión en el occidente.
Posteriormente encontré otros libros del mismo autor tales como “El tercer ojo”, “El manto amarillo”, “El condón de plata”, en cada uno de estos libros se desarrollan anécdotas más o menos divertidas, ritos budistas y divagaciones de tipo religioso y filosóficos, además del rosario de sufrimientos al que nuestro héroe fue sometido en pos de su formación; si bien la mayoría de las enseñanzas en esos libros resultaban más que absurdas, por ejemplo la levitación, los viajes astrales, las predicciones, la telepatía predicciones etc.
Yo tenía la idea que efectivamente este autor era un Lama (pobre ingenuidad la mía) el primer desengaño lo tuve precisamente con el manto amarillo donde narra el autor que debido a los múltiples sufrimientos, desnutrición, accidentes, torturas su cuerpo físico ya no daba a más y aún tenía que cumplir con su “misión” en la tierra, por lo que los maestros lamas contactaron “astralmente” a un tal Ciril Hoskin oficinista, hijo de un fontanero en inglaterra le ofrecieron pasaje directo al Nirvana a cambio de su estuche, es decir, de su cuerpo para que lo utilizara el espíritu de Rampa.
A esta altura esto sobrepasaba el límite de lo absurdo, perdí el interés por el tipo y dejé de leerlo.
Con el tiempo algunos autores (Martin Gadner, Cesar Vidad y otros) terminaron por mostrarme la cara oculta tras la máscara, la historia de Lobsan la cual en resumidas cuenta es la siguiente:
Cyril Hoskin un buen día cansado y aburrido de su oficina se rapó el cráneo, se dejó crecer la barba y vestido de chino bajo el nombre de Kuan Suo comenzó a tirar la suerte a cualquier desocupado deseoso de ser estafado, además de escribir en revistas lo que quisieran publicarle, precisamente escribió su primer libro “El tercer ojo”.
Estando el manuscrito en la editorial, casualmente se encontraba de visita en Inglaterra el famoso explorador y atleta olímpico Heinrich Harrer ( tal vez recuerden a Brad Pitt en 7 años en el Tíbet, la película esta basada en el libro escrito por Harrer quien pertenecía al equipo olímpico de alpinismo de la Alemania Nazi, estando en la India en un proyecto de exploración al estallar la Segunda Guerra Mundial, fue retenido por los Británicos en la India, se escapo del campamento de concentración huyendo precisamente al Tíbet, donde conoció a profundidad dicha cultura), el editor ingles Rupert hurt quien se encontraba entusiasmado con el libro de Rampa, conocía al explorador y le enseñó los manuscritos originales, este inmediatamente se dio cuenta del fraude, las nociones que Cyril-Rampa tenía del Lamaísmo estaba más cerca de los conceptos Blavastskiano y el orientalismo muy en boga por esa época.
Entre sorprendido e indignado Harrer solicitó una entrevista con Cyril-Rampa, el cual se llevaría a cabo en idioma Tibetano, Cyril-Rampa, naturalmente evadió la entrevista con innumerables excusas, (entre otras pifias mencionó que al sufrir el golpe en la cabeza, el cual fue necesario para intercambiar el cuerpo de Cyril, “había olvidado hablar en tibetano”).
El encuentro jamás se llevó a cabo y el escándalo fue tal que la editora inglesa se negó a publicar el libro por fraude, sin embargo la editora en los Estados Unidos obviamente más interesada en el negocio decidió imprimirla, del éxito del libro hablan los 18 libros subsecuentes que fueron publicados, a parte de las innumerables reediciones, tanto dentro como fuera del país.
En 1981 Cyril-Rampa, a la edad de 70 años pasó a otro estado de existencia, (o sea que colgó los tenis), sin embargo su “obra” goza de rebosante salud, traigo a cuenta esto porque en El Salvador como en otros lugares del mundo, en las librerías generalmente se encuentra todavía este tipo de literatura, por ciento en cierta ocasión me encontré con un sucesor que se decía era nueva reencarnación de Cyril-Rampa, al parecer nuestro chinito no quiere irse de este plano de existencia, desea, al parecer seguir gozando de los beneficios de su “misión terrenal”.