El Bálsamo
¿Qué es?
El llamado “Bálsamo de Perú”, en realidad viene de El Salvador, del árbol “Myroxylum balsamum”, el cual es propio y exclusivo de una zona de El Salvador llamada ‘La Cordillera del Bálsamo”. Esta región comprende un poco más de 400 kilómetros cuadrados y es ahí donde artesanalmente se extrae la resina del árbol.
Por su agradable aroma, similar a la vainilla, reemplaza a esta a veces en la fabricación del chocolate y de ciertos licores. Es utilizado en gran número de perfumes, en la confección de lacres superfinos, etc. Disuelto en cuatro veces su peso de alcohol y extendido sobre tafetán cubierto con una capa de cola de pescado, constituye el tafetán inglés o de Inglaterra.
En El Salvador es también utilizado para la elaboración de distintos medicamentos. Se utiliza en cicatrizantes para la piel, crema para dermatitis del pañal (roce del pañal en bebés), supositorios contra las hemorroides y medicamentos contra las úlceras gástricas.
La leyenda
Nabá y Hoitzi
En los albores de los tiempos, cuando las estrellas tejían el destino de los pueblos pipiles y mayas-quiché en las tierras que hoy conocemos como El Salvador, surgió una historia de amor que trascendería la eternidad. Esta es la legendaria y misteriosa historia de El Bálsamo, también conocida como la Leyenda de Nabá.
Cuenta la leyenda que Nabá, una princesa pipil de una belleza sin igual, se rindió al amor prohibido que surgió en su corazón al conocer a Hoitzi, un apuesto príncipe de la tribu Maya-Quiché.
Pero este amor estaba destinado a enfrentar desafíos sobrenaturales. Atlacatl, el poderoso padre de Nabá, se oponía tenazmente a la unión de su hija con Hoitzi, considerando al joven príncipe como un enemigo debido a su linaje distinto al ser miembro de una tribu enemiga.
Hoitzi, sin embargo, demostró ser un valiente amante que no se dejó vencer por las adversidades.
En un acto de valentía y determinación, declaró la guerra a Atlacatl con el propósito de conquistar el corazón de su amada. La batalla que siguió tuvo lugar en una tenebrosa noche de mayo, mientras caía un torrencial aguacero y los ríos desbordaban sus caudales con un rugido aterrador y los bosques costeros susurraban secretos ancestrales con el viento del océano.
Hoitzi, confiando en su astucia, avanzó hacia el campo de batalla con la esperanza de sorprender a Atlacatl. Sin embargo, la oscuridad de la noche escondía trampas mortales. El astuto padre de Nabá, era un experimentado estratega y había preparado una emboscada al joven Hoitzi en la que cayó ingenuamente siendo su ejército diezmado y el campo quedó sembrado de cadáveres y heridos.
Entre los heridos yacía el valiente príncipe Hoitzi, abandonado por los guerreros sobrevivientes que huyeron aterrados. La noticia de la derrota de Hoitzi llegó a oídos de su amada Nabá, quien no vaciló en actuar de inmediato.
En medio de la oscuridad y la tormenta, Nabá y seis de sus servidoras más leales se aventuraron al campo de batalla para socorrer al príncipe amado. Las valerosas mujeres vendaron las heridas de los guerreros y les dieron agua fresca, a pesar de la gravedad de sus lesiones.
Nabá sostuvo en sus brazos a Hoitzi, moribundo, pero aún con vida. Sin embargo, sin que nadie lo advirtiera, un espía de Atlacatl observó la escena y corrió velozmente para informar a su señor.
Atlacatl, cegado por la ira y la desconfianza, se lanzó en busca de su hija, temeroso de la extraña escena que se desarrollaba. Cuando el sol comenzó a asomar, el padre encolerizado llegó al lugar donde Nabá yacía junto a sus enemigos.
Impulsado por la furia y la sospecha, Atlacatl tomó el arco de uno de sus guerreros y disparó una flecha contra su propia hija, considerando su acción como una traición imperdonable. La flecha atravesó el corazón de la doncella, y su vida se desvaneció en la oscuridad, pero abrazando a su amado, quedó junto a él, cuidando su sueño eterno.
Las otras mujeres compartieron su triste destino, siendo masacradas por las flechas de los soldados de Atlacatl y todas encontraron su eterno descanso en ese lugar.
Con el paso de los años, el campo de la tragedia se transformó en un lugar extraño y evocador, donde nacieron siete árboles de una especie totalmente desconocida en aquellos tiempos, estos árboles crecieron majestuosamente y de sus semillas brotaron nuevos retoños.
Estos árboles, estaban envueltos en un aroma embriagador y de sus gruesos troncos al herirlos, brotaba un aromático líquido oscuro con propiedades curativas, se había dado origen al bálsamo.
La región donde florecieron estos árboles mágicos se conoció a partir de entonces como la “Costa del Bálsamo”.
Su historia se convirtió en un legado épico y misterioso que ha perdurado a través de las eras, un recordatorio de un amor profundo y heróico que trascendió la vida y la muerte.
Que bella historia, realmente no la conocía, me resulta totalmente nueva.
Efectivamente es una linda historia, se la atribuyen a Salarrué (Salvador Salazar Arrué), escritor, pintor e intelectual salvadoreño, pero no ubico el libro donde supuestamente se publicó.