La Barra de Santiago
La Barra de Santiago es una especie de pequeña bahía que se encuentra al occidente de la capital Salvadoreña, que es parte del cantón que lleva el mismo nombre, parte del municipio de Jujutla, departamento de Ahuachapán en El Salvador.
Existe una importante zona ecológica conformada por humedal rodeado de manglares, ubicado dentro de las demarcaciones de los municipios de Jujutla y San Francisco Menéndez, que tiene una extensión aproximada de 2,000 hectáreas.
La Barra de Santiago, tiene gran importancia ecológica pues contiene un área representativa de los manglares del Pacífico Norte de Centroamérica y es ámbito ecológico que sustenta especies amenazadas o en peligro de extinción a nivel nacional, regional y mundial.
Fue declarado Humedal de importancia internacional el 23 de julio de 2014, convirtiéndose así en área protegida por la Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas (Convenio de Ramsar).
Es un bello paraje natural que tiene su cúmulo de mitos y leyendas, entre los cuales sobresale el de la virgen del agua (Chasca).
La leyenda de Chasca, la virgen del agua
Cuenta la leyenda que hace muchísimo tiempo, en la Barra de Santiago, vivía un indio muy rico, pero cruel, llamado Pachacutec, que tenía una hermosa hija llamada Chasca y desde muy joven la obligó a comprometerse a casarse con el príncipe de otra tribu llamado Zutuhil, como era costumbre, para acordar alianzas familiares o políticas.
Chasca habitualmente paseaba por la playa, sintiendo la arena bajo sus pies descalzos y recogiendo conchas de mar; cierto día conoció a un joven pescador llamado Acayetl que vivía en la isla del Zanate e inmediatamente se enamoró del joven, siendo correspondido por éste.
Su padre al darse cuenta se opuso al idilio inmediatamente, pero como hacen los jóvenes a esa edad en que el amor es más fuerte que cualquier prohibición, Chasca se escapaba de su casa, apenas asomaba el alba tras la montaña y se iba corriendo a la playa donde Acayetl la esperaba para pasar un rato juntos, viviendo un casto amor, en el que el joven regalaba a la chica con bellas canciones románticas nacidas de su propia inspiración.
Un día, Chasca, llegó como de costumbre al rayar el alba a la playa de la isla del Cajete a esperar a su amado pescador y ese cálido día en especial pasó algo extraño, de pronto un viento frío empezó a soplar y al sentirlo, un estremecimiento recorrió el cuerpo de Chasca desde la punta de los dedos de los pies hasta la de sus largos cabellos.
Algo estaba mal y anunciaba catástrofe.
Al poco rato pudo ver una canoa que venía del mar, era Acayetl, que remaba a toda velocidad para encontrarse con su amada Chasca, pero de pronto y sin mediar palabra una flecha voló de algún lado, para clavarse en el corazón del joven, que golpeado por la saeta cayó muerto al mar y su cuerpo se hundió en las profundidades.
Su malvado padre, Pachacutec, había enviado a un sicario para matar al atrevido joven que, sin permiso, cortejaba a su hija.
La tranquilidad del paisaje se vio alterado por el grito de agonía que profirió Chasca desde la playa, asustando pájaros y peces que se agitaron por largo rato ante la tragedia que había acontecido.
Chasca corrió tierra adentro presa de dolor, pero al poco rato regresó con una gran piedra atada a la cintura, se subió a una canoa y mar adentro por donde su amado se había hundido, soltó la piedra que la arrastró a las profundidades hasta que desapareció, uniéndose a él en la muerte.
Pero en la primera luna llena que hubo después del trágico suceso, apareció en la noche, iluminado por la luna una barca en la que iba una hermosa joven vestida de un bello traje hecho de plumas blancas y remando la canoa un apuesto joven que le cantaba dulces melodías.
Desde entonces los pescadores de la zona, no salen en las noches de luna llena, para no perturbar a los jóvenes enamorados que eternamente unidos por el amor puro y sincero, mantienen vivo su idilio contra toda oposición, entonces como agradecimiento por esta deferencia, Chasca, convertida en la diosa de las aguas, los bendice con abundante pesca cuando ya ha pasado la luna llena.
Que hermoso Leyenda
Gracias, es una leyenda que se transmitió en forma oral entre los pueblos costeros del departamento de Ahuachapán aledaños a la Barra de Santiago, ciertamente es una leyenda muy bella.