Martín ya se dirige hacia su casa que se encuentra ubicada en las afueras del pueblo, va caminando con paso errático pues bebió más de lo debido en la fiesta del pueblo. Se quedó departiendo con sus amigos se quedó hasta después de la medianoche, porque recientemente su novia lo dejó y se sentía triste, con ganas de desahogarse.
Él no es un mal hombre, es trabajador, respetuoso, correcto y ayuda cuando alguien lo necesita, no le gustan las parrandas, aunque si disfrutar sanamente con su grupo mixto de amigos. Sin embargo Sandra, su hoy ex novia, no tolera a sus amistades, ella quiere ser el centro de la total atención de Martín y lo cela hasta con mujeres imaginarias, por esta razón, ella ha terminado con él, porque cree que la engaña con Sofía, una buena amiga de ambos.
Deprimido y desconsolado, Martín se ha excedido de copas y ahora marcha haciendo pequeñas eses en el camino con erráticos pasos. Va tarareando suavemente una triste canción de desengaños y amores perdidos.
De pronto escucha muy de cerca, el ronco gruñir de un perro, que, por el tono, parece ser muy grande y además se oye como que unas enormes pezuñas están escarbando casi a su lado el suelo.
Asustado, se detiene, agarra su machete y busca a la derecha, pero el ruido de patas escarbando, suena mucho más cerca a la izquierda y se voltea nervioso, pero tampoco hay nada al otro lado del camino.
— Debo estar bolo — Piensa
De algún modo, la borrachera se le ha disipado bastante y aligera su andar, caminando en línea recta, con los músculos en tensión y aferrando su machete con fuerza, mientras escucha nuevamente el gruñido y las patas escarbando la tierra un poco más lejos.
Acelera el paso, por un buen tramo, pero entonces nuevamente escucha el rasgar en el suelo casi a su espalda y dando un salto gira y se enfrenta a la bestia que lo sigue.
Sin embargo, aunque logra ver a su perseguidor, éste no se encuentra a su espalda, sino bien lejos, recortado contra el cielo estrellado en una loma lejana.
Se trata de un enorme perro negro, que se ha detenido a observarlo en forma siniestra y aunque está a considerable distancia, en el lugar de sus ojos, Martín puede ver lo que parecen ser dos brasas rojas brillantes que le anuncian que va a pasar algo muy malo.
Entonces Martín deja de caminar, olvida su aparente calma y echa a correr, la borrachera ha desaparecido por arte de magia y trata de poner la mayor distancia posible entre él y la bestia, que escucha pisándole los talones.
Poco a poco se cansa, sin embargo, escucha cada vez más lejos el arañar de patas contra el suelo y el gruñido amenazador, de manera que piensa, aliviado, que la bestia se ha aburrido de perseguirlo y lo ha dejado en paz.
Bastante cansado, Martín aminora el paso y escucha cada vez más lejos a la bestia y confiado en que lo ha dejado tranquilo, se detiene, toma un poco de aire y comienza a caminar al paso que llevaba.
De la borrachera ya no le quedan vestigios, se siente totalmente sobrio a merced del susto que acaba tener. Muy a lo lejos escucha un leve gruñido, cuando de pronto de unas matas a la orilla del camino, salta frente a él un enorme perro negro, con el pelo hirsuto y revuelto, los ojos le brillan como dos carbones encendidos, su mirada es totalmente maligna y sin avisar, se lanza sobre él. Martín, presa del pánico, solo alcanza a poner el machete frente a la bestia y cae sentado en el suelo.
De un zarpazo, el enorme perro le arranca el machete y gruñendo ferozmente, el perro se dispone a saltar sobre él para matarlo, cuando de pronto es atajado por otro perro tan grande como el negro, pero este es totalmente blanco al punto que parece brillar en la noche.
Martín sentado en el suelo, se ha quedado congelado de miedo, viendo la terrible batalla que libran las dos bestias que se ladran, gruñen, se lanzan zarpazos, mordidas y golpes con sus patas delanteras y traseras.
Caen al suelo se revuelcan frente a él, uno logra morder al otro, pero se libera inmediatamente y arremete contra él.
La lucha está equilibrada, ninguno parece llevar la ventaja, entonces se acuerda de rezar, cierra sus ojos, junta sus manos y comienza a hacerlo con verdadera devoción, pues tiene un real motivo para mostrarse tan piadoso.
La batalla sigue, pero esta vez al parecer con ventaja para el perro blanco, que poco a poco va doblegando al negro hasta que lo hace huir en medio de un lastimero aullido.
Martín no se ha dado cuenta pues sigue rezando con los ojos cerrados y las manos juntas, de pronto se da cuenta de que ya no escucha gruñidos, ni sonidos de lucha.
Abre los ojos con temor esperando ver a uno de los dos animales muertos, con temor de que hubiese vencido el animal negro, pero para su alivio, mira al perro blanco, tranquilamente echado frente a él, mirándolo fijamente.
Tembloroso, se levanta, otea nerviosamente para todos lados, esperando ver al horrible perro negro en algún lugar cercano, pero no hay tal. Con una inclinación de cabeza, le da gracias al blanco y comienza a caminar hacia su casa.
Apenas ha dado unos cuantos pasos, cuando el perro blanco se levanta, camina con un alegre trotecillo atrás de Martín, que nuevamente comienza a rezar mientras camina.
Así llega hasta su casa, abre la puerta con las manos y las piernas temblorosas, le da nuevamente las gracias al perro blanco que está parado mirándolo y cierra con doble llave, pone unos muebles en la puerta y se acuesta vestido, temblando y reza hasta que se duerme una hora después.
Martín acaba de tener contacto con el Cadejo Negro, pero por ser hombre de bien fue protegido por el Cadejo Blanco y vivió para contarlo.