Encuentros

Ellos

Percival la vio venir doblando la esquina, cruzó los brazos sin saber que otra cosa hacer, más que esperarla, tamborileando nervioso con sus dedos sobre su antebrazo derecho.

Julia caminó hacia él con paso inseguro, era la primera vez que había reunido el coraje suficiente para encararlo, para hablarle.

Un momento que pareció ser eterno bastó para estar frente a él, lo miró a los ojos y con la inflexión más natural posible, le dijo.

—Hola, hace un frío terrible ¿Verdad?

—Si que lo hace, a pesar de que todavía está temprano.

—¿Es usted de por aquí?

—Si, yo vivo en aquella casa ¿Y usted?

Julia se estremeció, porque no había ninguna casa en la dirección que Percival señalaba, en el lugar señalado se encontraba la estación de servicio de gasolina que había estado ahí desde que era una niña.

Pero sin amilanarse le respondió.

—Soy de un par de cuadras más allá, frente al viejo teatro.

Percy tuvo un escalofrío, pues sabía que en esa dirección, había existido un teatro hace muchos años, pero actualmente era un edificio de apartamentos.

—Mucho gusto, me llamo Percival.

—Y yo Julia, igualmente mucho gusto. Me tengo que ir, debo ir a la panadería.

—No la entretengo más, vaya usted con Dios.

—Muchas gracias, adiós.

La vio alejarse suspirando aliviado, todas las noches se encontraban, siempre le daba miedo, pero él tenía que seguir esperando a Marta, no quería que ella llegara y estando sola, se topara con dicho esperpento.

Julia iba temblando un poco, pero ya se estaba acostumbrando a interactuar con ese espectro que se le aparecía todas las mañanas cuando iba por el pan, al fin y al cabo no parecía maligno, sino más bien un alma en pena esperando eternamente a alguien.

La calle quedó en un profundo silencio, que apenas era alterado por una leve brisa que no era muy fuerte pero hacía frío, un frío que entumecía las manos y calaba hasta los huesos

El pueblo llevaba más de cien años abandonado y solo habían ruinas y escombros quemados hasta los cimientos, en su tiempo había sido muy próspero y bullicioso, pero la guerra, siempre la guerra…

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Todos los derechos reservados Omar Nipolan