Viajando por perú – Huacachina

Huacachina

Después de concluir el tour en el desierto de la reserva natural de Paracas, tal como nos aconsejaron los guías de Perú-hop en la mañana, solo regresamos al hotel y sacamos rápidamente las maletas del cuarto de equipaje, pues en ese mismo momento, abordamos el autobús para irnos a Huacachina, el oasis en medio del desierto.

La palabra es de origen quechua y significa algo así como: huáccac cachi = ”la que llora sal” o “La mujer que llora”, tiene una historia similar a la de la Lagun de Alegría, con sirena y todo.

Es precisamente un oasis, en medio del desierto, que se encuentra ubicado cerca de ICA ciudad capital del departamento con el mismo nombre, ICA.

Sus aguas son sulfurosas y de color verde, el sitio se ha convertido desde hace años en un importante punto turístico de la región, donde se realizan muchas actividades recreativas en las dunas del desierto y por las noches se vive ambiente de fiesta permanente.

Llegamos como a las dos de la tarde y se sentía un poco de calor, comparado con el frío que se percibe en Paracas, el clima era bastante cálido, pero no agobiante para ser un desierto, para esa noche habíamos hecho reserva en el Hotel Wild Rover, uno de los sitios con más reventón por las noches.

Tanto así que nuestro guía, Luis, al saber dónde nos hospedaríamos, movió la cabeza y dijo un tanto apenado:

— No van a dormir

Hicimos el chequeo en la recepción, pero aunque ya había realizado previamente la reserva, nos dijeron que nuestra habitación ya había sido entregada, sin embargo nos aseguraron que tendríamos una bonita habitación al regresar del Tour, así que dejamos la maleta en el “cuarto de maletas” que al parecer, todos los hoteles de Perú tienen para sus huéspedes.

Esa tarde nos esperaba un tour al desierto, en un automotor tipo buggy que nos daría un recorrido por las dunas hasta llevarnos a un punto en donde pudiésemos practicar “Sandboarding” o deslizamiento en las dunas sobre tablas.

Caminamos hasta punto de reunión, a la salida del oasis y mientras caminábamos vimos que la zona está totalmente rodeada de dunas, al acercarnos al ojo de agua, pudimos apreciar más de cerca las enormes dunas y vimos grupos de excursionistas que ya iban a pie rumbo al tour en las arenas del desierto. (vease recuadro)

Subimos por la arena hacia el lugar donde estaban parqueados los buggys en fila, esperando a los grupos de pasajeros, era impresionante la cantidad de vehículos que iba y venía, además de la gran afluencia turistas que se encontraban en el lugar, sin embargo, el desierto es tan grande que en ningún momento se siente la saturación de gente.

Tuvimos cierta mala experiencia, cuando íbamos a abordar el buggy, yo estaba cerca de los dos asientos delanteros del vehículo y le pregunté al conductor si nos podíamos sentar ahí con Evelyn, mi esposa, y escuché que me dijo “Están ocupados” así que me fui atrás, pero quien lo había dicho no era el conductor sino un pícaro franchute que con su mujer se sentaron ahí, descaradamente.

Me pareció una verdadera cabronada, no fue la artera y típica maña de un latino que se cree más listo que los demás, sino la de un supuesto educado caballero francés al mismo nivel de ventajismo, pero lo dejamos pasar, de todas maneras disfrutamos la experiencia.

El viaje estuvo cargado de adrenalina, los buggys están adaptados para correr sobre las dunas, saltar sobre ellas y hacernos gritar de emoción.

Volando por las dunas nos internamos muy profundo en el desierto hasta llegar a un lugar en donde ya se podía practicar el deslizamiento sobre tablas en las dunas, desde algunas que tenían la suficiente altura para que se convirtiera en una experiencia fenomenal.

Nosotros que nunca hemos surfeado en nuestras vidas, nos deslizamos en tablas lisas, acostados sobre ellas, pero algunos jóvenes, lo hacían parados, sobre tablas adaptadas con soportes para las botas.

¡Weeeee!

Luego de las deslizadas, nos dieron tiempo para tomar fotos, en el desierto, con el desierto, al desierto y sobre todo una de las más solicitadas y comunes es sobre los buggys, de tal modo que tuvimos que hacer cola para hacerlo, pero nos tomamos la respectiva fotografía sobre el vehículo que nos transportó.

Luego al regreso nos la cobramos con los franchutes, pues al escuchar a una niña que le preguntó a su madre si se podían ir adelante en el buggi, Evelyn le dijo.

— ¡Si puedes! siéntate ya.

Y muy contentas tomaron posesión de los asientos dejando a los dos franceses sin otro remedio que irse atrás, visiblemente molestos, pero no pudieron hacer nada al respecto.

Un par de abusivos franceses

El recorrido de regreso fue aún más agitado que el inicial, pues saltando de duna en duna, entrando a hondonadas profundas por las que bajábamos a toda velocidad para subir vertiginosamente a nuevas dunas, arrancando gritos a todos los viajeros, revolviéndonos el estómago y al final nos dejaron, siempre en el desierto, pero bastante cerca del oasis para admirar la puesta del sol, lo que fue un espectáculo grandioso y muy relajante, tomamos varias fotos con el celular pues prudentemente no quise llevar mi cámara, lo que fue muy buena decisión dado lo ajetreado del viaje.

¡Allá está el sol!

Luego de gozar con la puesta del sol, bajamos al oasis, rumbo al hotel a bañarnos y descansar un rato, para salir por la noche a conocer los alrededores del ojo de agua y apreciar la vida nocturna, que es muy animada.

Caminamos a orillas del oasis, vimos muchos puestos de venta, compramos algunas artesanías del lugar, cenamos en un restaurante muy bueno, que no se encontraba tan abarrotado como los otros y nos fuimos al Hotel.

Por suerte al llegar nos tenían una habitación alejada de la piscina central, es decir un poco aislada del ruido de la fiesta, seguramente al calcular nuestara edad nos tuvieron consideración y pensaron algo así como.

— Este par de ancianos no va a aguantar la bulla por la noche, así que dejémoslos en el cuarto más silencioso del hotel

Pero junto con las toallas y equipo de limpieza, nos dieron unas bolsitas con tapones de goma para los oídos, tanto es el nivel de ruido que le dan a los huéspedes la consideración de intentar callar la música y el estruendo de forma artificial.

En el Wild Rover la fiesta comenzó temprano, manteniendo el nivel de intensidad a lo largo de la noche y terminó como a las dos de la mañana, estuvimos en el bar, bailamos un rato, gozamos del ambiente y disfrutamos la fiesta, pero nos fuimos a acostar más temprano, a medianoche, pues estábamos cansados y al día siguiente seguirían nuevas aventuras.

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