De Tolkien, El Hobbit y la supremacía Nazi

John Ronald Reuel Tolkien, conocido principalmente por sus siglas J.R.R.Tolkien, prolífico autor de un verdadero universo fantástico, inspirador de juegos, películas, series y toda una suerte de fan fiction que mueve legiones de adeptos y fanáticos de toda especie.

Filólogo, escritor, poeta y profesor de literatura inglesa, logró graduarse e inmediatamente sirvió en el ejército inglés durante la primera guerra mundial y sobrevivió a duras penas a la batalla del Somme, quedando no apto para el servicio militar.

Cuando se le dio la baja, con una pensión por incapacidad temporal, comenzó su labor académica y literaria, comenzando a publicar ensayos sobre fantasía y un libro de cuentos infantiles hasta la publicación de El Hobbit en 1937, un cuento que había escrito para sus hijos, que se volvió un éxito de ventas y el público pidió una secuela, que se convirtió en la popular Saga del Señor de los anillos cuya publicación inicial fue entre 1954 y 1955.

El éxito de El Hobbit (1937) fue tan grande que iniciaron las negociaciones para traducirlo a otros idiomas, entre ellos el alemán, pero en la época en que se hizo el intento de traducción en Alemania, este país ya se encontraba en pleno apogeo nazi y fue así que para el año 1938, Tolkien se encontraba en las negociaciones con la editorial alemana Rütten & Loening, cuando recibió una carta de parte del partido Nazi.

En dicha misiva, le exigían que presentara pruebas sobre su ascendencia aria.

La petición de los nazis sorprendió a Tolkien y lo indignó al punto que escribió tres cartas cartas.

Una dirigida a su editor y amigo Stanley Unwin, y dos más a la editorial alemana.

La que iba dirigida a Unwin decía:

“Debo decir que la carta adjunta de Rütten & Loening es un poco dura.
¿Sufro esta impertinencia por la posesión de un nombre alemán, o sus leyes lunáticas requieren un certificado de origen ario acerca de todas las personas de todos los países?
Personalmente, me inclinaría a negarme a dar cualquier declaración –aunque resulta que puedo hacerlo– y dejar que una traducción al alemán espere.
En cualquier caso, me opongo firmemente a que cualquier declaración de ese tipo aparezca impresa.
No considero que la (probable) ausencia de toda la sangre judía sea necesariamente honorable.
Tengo muchos amigos judíos, y sentiría insinuar de cualquier modo que he suscripto esa doctrina racista totalmente perniciosa y no científica”.

Sobre las cartas que envió a la editorial, queda la duda de cual de ellas envió o si fueron las dos, incluso hay quienes las unen en una sola carta.

Según la fuente consultada, este es el texto de ambas cartas.

Carta 1 a Rütten & Loening

Lo siento, pero no me queda claro lo que ustedes quieren decir con ario.
No soy de ascendencia aria: significa indo-iraní; y hasta lo que sé, ninguno de mis antepasados habló hindustani, persa, cíngaro ni ningún dialecto relacionado.
Pero si debo entender que ustedes quieren saber si soy de origen judío, sólo puedo responder que desgraciadamente no parece que tenga antepasados de ese talentoso pueblo”.

Carta 2 a Rütten & Loening

Mi tatarabuelo vino de Alemania a Inglaterra en el siglo XVIII.
Por lo tanto, la mayor parte de mi ascendencia es puramente inglesa, y soy un súbdito inglés, lo cual debería bastar.
Me he acostumbrado, sin embargo, a considerar mi apellido alemán con orgullo, y lo continué haciendo durante el período de esa guerra lamentable, en la que serví en el Ejército inglés.
Sin embargo, no puedo abstenerme de comentar que si solicitudes irrelevantes e impertinentes de este tipo van a convertirse en la norma en cuestiones de literatura, entonces no está lejos el tiempo en el que un apellido alemán ya no sea fuente de orgullo”.

En el libro “Las Cartas de JRR Tolkien”, aparecen como una sola.

En la primera carta, Tolkien ironiza sobre al asunto Ario, dada la ridícula  interpretación que hiciera Adolf Hitler en su libro Mein Kampf, específicamente en el capítulo 11 Nación y raza”, ridiculizando la teoría de la raza aria y mostrando simpatía por los judíos.

En la segunda misiva, pone en claro su posición respecto a la raza como elemento diferenciador en algo tan universal como la literatura, alejándose y renegando incluso de sus orígenes si así fuera.

Esto resulta interesante, sobre todo porque algunas personas acusan a Tolkien de simpatizante de las ideas nazis.

Lo cierto es que los textos son deliciosamente irónicos y muestras de la maestría con que dominaba el lenguaje escrito.

La traducción alemana no saldría impresa, sino hasta el año 1957 con el título “Kleiner Hobbit und der grosse Zauberer”, diez años después de la primera edición en idioma extranjero, que fue la versión sueca de 1947.

A la fecha existen traducciones a cerca de cuarenta lenguas siendo la última al Bretón en el año 2020 con el título “An Hobbit, pe, Eno ha Distro“.

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