Don Alberto Masferrer, el periodismo y los genios

Don Alberto Masferrer es una figura icónica en El Salvador, maestro, autodidacta, filósofo, escritor, periodista, su pensamiento y obra es cada día más valorado en los círculos intelectuales, no solo salvadoreños, sino del continente.

Sus escritos traspasan el tiempo y el espacio, volviéndose universales, sus pensamientos siguen tan vigentes como desde el momento en que los escribió, a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX.

Es notable cómo su pensamiento crítico siempre va en busca de mostrar la mentira que se esconde en algo de tan noble propósito como el periodismo, profesión que ejerció y amó con pasión, la cual le costó exilio y dolor, denunciando con fuerza la perversión que siempre se ha cernido sobre dicha profesión.

Recordemos que:

Entre 1928 y 1930 fundó y dirigió el periódico “Patria”,​ en el cual hacía denuncia social y abogaba por la justicia para con los más necesitados en el marco de la pobreza generalizada del país. Trabajó en periódicos y revistas nacionales e internacionales, fue redactor de los diarios El Chileno y El Mercurio, de Santiago de Chile; el semanario La Reforma, diario Los obreros unidos; en las revistas La República de Centroamérica, Actualidades, Bibliográfica Científico-Literaria, El Simiente y otros.

En esta ocasión traemos dos textos de su primer libro, Páginas, publicado en 1893, el primero de los textos, es un artículo que habla sobre el periodismo y el segundo unas reflexiones irónicas sobre los “genios”.

Nótese la vigencia que tiene, sobre todo el primero de los ensayos, que pongo a continuación.

Periodismo

Páginas – 1893

¡Yo siento no sé qué extraño placer en rodearme de montones de periódicos, deseoso de apagar en su lectura la sed insaciable de lo bello y de lo verdadero!

Pensar que estas pirámides de papeles insignificantes al parecer me traen el pensamiento de todos los hombres; el palpitar de todos los pechos generosos y nobles, la sinfonía celestial de estos ruiseñores sin alas que se llaman poetas; los misterios que los sabios arrancan a la siempre esquiva naturaleza, las santas inspiraciones de todos los que van hacia Dios a través del progreso humano.

Leves hojas arrancadas del árbol robusto de la inteligencia: ¡Yo os bendigo!

¡Yo os bendigo, sí, porque con vuestra savia se fortalece mi fe y se acrecienta mi esperanza!
Leamos.

Las despliego con mano febril, devoro página tras página, y ¡Oh Infamia!

A medida que avanzo en su lectura, se va levantando en mi alma una oleada de cólera, de asco, de invencible repugnancia por esta desgraciada institución en que han hecho presa todos los profanamientos de los hombres.

Sandeces, insultos, calumnias desde el principio hasta el fin, plumas vendidas, unas a la pasión, otras a la ignorancia, las más al dinero.

Y el periódico honrado tiene que tratarse con esas prostitutas, del mismo modo que el hombre puro tiene que dar su limpia mano a tanto pícaro enaltecido por las culpables imbecilidades sociales

Vosotros, jóvenes, los que apenas en los umbrales de la existencia, estáis seducidos por el espejismo de las cosas no conocidas: no deis vuestro tiempo a ese miserable. Vedle ahí, cómo se viene, plegado, encogido, arrugado, su sola vista da indicio de su frivolidad.

Él os enseñará a pensar neciamente, él os llenará la cabeza de bagatelas, él os hará conocer mal a los hombres. Es ligero como una coqueta, asqueroso como ramera, comprable a bajo precio como trasto inútil. Él es el cómplice de todos los crímenes, payaso de todas las farsas, escabel de todas las nulidades, consagrador de todas las injusticias, rufián de todos los déspotas, zarzal enorme que ofrece dardos para el corazón de todos los justos y coronas para la frente de todos los mártires.

En medio de sus trivialidades, resalta, a veces, como diamante irradiador engastado en metal despreciable, la joya literaria, el prodigioso triunfo de la ciencia, el grito pavoroso del derecho que se alza; todo lo que es parto de las almas que alumbran. Rubíes sembrados en el lodo, hay que revolver el pantano para encontrarlos.

Sí, a Dios gracias, este infierno tiene su lado bueno. Esa hoja deleznable, puesta en manos de hombres, hace sufrir pesadillas a los tiranos, temblar de espanto a los impostores y enrojecer de vergüenza a los hipócritas. Periódico imparcial, servidor del derecho, de la ciencia, del arte, es mariposa que nunca toca el suelo con sus alas de oro, fuente que mana ambrosía para los enamorados de la belleza.

¡Periódico! ¡faro siempre encendido, alegrador de las horas tristes, maestro de los pobres, escudo de los oprimidos: qué han hecho de ti los que todo lo degeneran!

¡Cómo han podido trocar tus cristalinas aguas en cenagoso torrente que ya salpicando cuánto hay de noble y de santo sobre la tierra!

Cascada de estrellas, te han hecho cloaca de todas las inmundicias, enorme albañal por donde sale la lepra de las almas negras.

Alberto Masferrer (24/jul/1868 – 8/nov/1932)

Genios

Páginas – 1893

Me están matando la paciencia todos los días, a fuerza de hablarme de genios.

A este paso, muy pronto veremos sobre las puertas avisos que digan:

Fulano de Tal, genio, fabrica taburetes.

Pues yo digo que los genios no se encuentran en cada esquina; yo digo que el genio es presente del cielo, que no se hace a ningún mortal sin qué ni para qué; yo digo que el genio es ser de superior especie, que Dios echa a la tierra para que venga en lucha dolorosa y terrible, a matar fieras, a romper injusticias, a destrozar iniquidades, a aniquilar a los monstruos que día a día se están tragando a los débiles, a los humildes, a los pobres de espíritu; yo digo que el genio no pone tanto su corazón y su alma en cincelar frases áureas, como en ahuyentar la ignorancia y la tiranía.

Su musa es siempre la misma: ser paladín de los indefensos; su vida. es siempre la misma: luchar, luchar a muerte contra el mal; su recompensa siempre la misma: el odio, la ingratitud de sus semejantes.

El genio gasta melena leonina, no ostenta plumaje de ave del paraíso. No trina en flauta dulce y enervante, ruge en trompa estremecedora.

No pone el pensamiento en placeres de la tierra, sino el triunfo de la conciencia.

Yo quiero los genios a lo Hugo, a lo Cervantes, a lo Montalvo, sobre todo, a lo Montalvo.

¿Queréis conocer al genio? vedle ahí que a soma de repente, armado con la maza de Hércules, tronando contra las bestialidades humanas, desecando los fangos del pecado, extirpando la inmundicia moral, matando la cobardía del esclavo y la osadía del tirano.

Su paso es majestuoso y solemne como de fantasma levantado del sepulcro. A cada palabra suya, corre despavorido un vicio, se esconde avergonzada una preocupación, se yergue triunfante una virtud, se levanta victoriosa una verdad. Las zarzas del camino que hieren su frente quedan hechas rosas; y él va, pasando, pasando, austero, radiante, inquebrantable, hasta que desparece entre las brumas de la eternidad.

Sobre su tumba se amontona el odio de los malos y la admiración de los buenos.

Alberto Masferrer (24/jul/1868 – 8/nov/1932)

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