En 1968, sucedieron muchas cosas en el mundo, la Guerra de Vietnam, estaba en su apogeo, el ser humano pronto caminaría sobre la luna, la primavera de Praga, el mayo francés y Tlatelolco dejaban su huella en el mundo.
Arthur C. Clark publicaba “2001, una odisea espacial” y Julio Cortázar, “62, modelo para armar”.
Pero en un acogedor pueblito de El Salvador un grupo de niños nos reuníamos para escuchar los cuentos que nos relataba una jovencita que nos cuidaba en las noches.
La joven había sido contratada por mi madre, que era enfermera y tenía que hacer turnos en el hospital donde trabajaba.
La chica tenía una habilidad especial para narrar historias y se sabía varios juegos muy divertidos, que nos hacía vivir veladas inolvidables.
De esos cuentos recuerdo en especial uno que hablaba de un garrote o mazo de palo que ante unas palabras mágicas, se levantaba y azotaba a quienes estuvieran presentes.
Nunca volví a escuchar estas historias hasta que, hace poco, en una charla tuitera, varios contertulios de otros países me ubicaron el cuento, que en México es conocido como “Bola Garrote”.
Con la versión mexicana y mis recuerdos, re escribí de nuevo el cuento que originalmente escuché y lo publiqué en el blog con el título que la jovencita de las historias le daba: “Hule camote, arriate garrote“.
Más tarde, leyendo el libro, “Niñerías” del maestro, escritor salvadoreño, Alberto Masferrer, en un capítulo, rememora los cuentos que una señora entrada en años, llegaba a narrar a su casa cuando era niño.
Los cuentos a los que hace mención don Alberto Masferrer en su texto se parecen sospechosamente a otros de los que yo escuchaba en boca de la jovencita que mencioné al principio. Investigando un poco con los cuentos que Don Alberto enumera en “El Carbunclo“, me di cuenta de que la mayoría de estos cuentos son comunes en toda centroamérica.
Entre esos cuentos, están los siguientes: “El pájaro del dulce encanto”, “El caballito de siete colores”, “La bella y la fiera”, a los que se suman “La flor del Olivar”, “Domingo Siete”, los cuentos de Tío Coyote con el Tío Conejo y otros más.
Centroamérica estuvo integrada en la Capitanía General de Guatemala, conocida también como Reino de Guatemala desde el siglo XVI hasta principios del siglo XIX, hasta la independencia, el intento de integración con la República Federal de Centroamérica y su posterior disolución.
Figura siguiente Escudo de armas de la república. (Wikipedia)
Compartiendo un idioma común y siendo vecinos cercanos, todos los países centroamericanos tuvieron el mismo contacto cultural con las tradiciones, cuentos y mitos españoles, que se fueron transmitiendo en forma oral, de padres a hijos, en algunos casos incorporando los elementos propios de las localidades donde los narradores vivían o se movían, en otros deformados por la forma de transmisión, fueron evolucionando hasta tener diferentes versiones de la misma historia.
A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, algunos escritores en toda la región, desde México hasta Colombia, incluso hasta Argentina, comenzaron la tarea de recopilar y rescatar estos cuentos, publicándolos en sus respectivas naciones, bajo su propia visión de las narraciones, adaptándolos, en cuanto pudieron, a un público infantil.
Así fueron llegando de abuelos a nietos, hasta los días en que la transculturización a causa de la globalización de los medios de comunicación casi ha acabado con estas historias que eran el deleite nocturno de los que fuimos niños a finales de los años sesenta, que es cuando comienza esta historia.
Próximamente, pondré a la disposición de los amables lectores un libro recopilatorio o antología de estos cuentos tradicionales centroamericanos.