Consejos para gobernar

Nunca te guíes por la ley del encaje, que suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos.
Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia, que las informaciones del rico.
Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico, como por entre los sollozos e importunidades del pobre.
Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente, que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo.
Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia.
Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún tu enemigo, aparta las mientes de tu injuria y ponlas en la verdad del caso.
No te ciegue la pasión propia en la causa ajena, que los yerros que en ella hicieres, las más veces, serán sin remedio; y si le tuvieren, será a costa de tu crédito, y aun de tu hacienda.
Si alguna mujer hermosa veniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus oídos de sus gemidos, y considera de espacio la sustancia de lo que pide, si no quieres que se anegue tu razón en su llanto y tu bondad en sus suspiros.
Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones.
Al culpado que cayere debajo de tu juridición considérale hombre miserable, sujeto a las condiciones de la depravada naturaleza nuestra, y en todo cuanto fuere de tu parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstratele piadoso y clemente, porque, aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a nuestro ver el de la misericordia que el de la justicia.
Miguel de Cervantes Saavedra en la voz de Don Quijote de la Mancha

Resulta sorprendente la sensatez y coherencia de las palabras dichas por el supuesto loco y mentecato que suponía ser el Caballero de la Triste Figura, devenido en el Caballero de los Leones en la segunda parte de la famosa saga de Miguel de Cervantes.

Estos son los consejos que Don Quijote le da a su fiel escudero Sancho Panza cuando le es confiado el gobierno de una supuesta ínsula por “el Duque” y su esposa que previamente habían leído la primera parte de las aventuras de la caballeresca pareja y buscaban divertirse a costillas de ellos.

Sin embargo, Sancho demuestra que, a pesar de su simpleza, tiene mucha sabiduría y buena cabeza para el ejercicio del gobierno, dictando sentencias salomónicas y leyes que dejan asombrados a quienes estaban confabulados para hacer burla de su nombramiento.

El Quijote es un arcón enorme y profundo lleno de agradables sorpresas, historias dentro de la historia, bien elaborados ensayos sobre la literatura, la paternidad, la cultura y muchos temas que están tan vigentes en esos tiempos como en los actuales y las razones que en estos capítulos se exponen son igualmente válidas hoy en día.

En algún lado leí por ahí un comentario sobre el Quijote, que decía que estaba sobrevalorado y que la prueba era que nueve cada diez lectores que la inician la abandonan.

Me abstengo de comentarios para no vituperar sobre el tema, pero esto me llevará a escribir un post al respecto de la lectura de la obra de Miguel de Cervantes, ya que tiene que ver con el sistema educativo y el programa de lecturas escolar de nuestro país e incluso de la mayoría de los países hispanohablantes.

Quede entonces para deleite de los amables lectores el pequeño parrafo de sabiduría, al principo de este post, que Cervantes pone en boca de Don Quijote de la Mancha, flor de la caballería andante.

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